El éxodo migratorio que inició su camino el miércoles 15 de enero de 2020 ya se encuentra en la frontera entre Guatemala y México. El primer grupo de aproximadamente 500 personas llegó este viernes y durmió en las aceras de la ciudad de Tecún Umán, en el departamento de San Marcos. El sábado despertaron frente una reja de incertidumbres, forjada entre las promesas de empleo que esta semana dio el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y los acuerdos de “País Seguro” que el mismo México, Guatemala, El Salvador y Honduras firmaron el año pasado con el gobierno de Donald Trump para disminuir el flujo de migrantes que llegan a Estados Unidos.
Ante la espera de que llegue todo el grupo, las miles de personas que salieron de Honduras en los últimos cuatro días y transitaron más de 500 kilómetros para llegar hasta este punto fronterizo dejan atrás un país que parece quebrarse entre la violencia y la corrupción de un gobierno cada vez más impune.
Un camino recurrente
El martes por la tarde; mujeres, hombres, familias enteras y menores no acompañados de todo el país empezaron a llegar a la Terminal Metropolitana de Buses en San Pedro Sula, el punto de reunión de todas las caravanas que han salido de Honduras desde octubre de 2018. Las aceras comenzaron a llenarse, los jóvenes llegaron con banderas sobre sus espaldas y las cámaras de los medios de comunicación nacionales e internacionales atiborraron la terminal.
Entre todos esos rostros estaba el de Ever Aceituno de 23 años, originario de Tegucigalpa, acompañado por su esposa Sandra de 35 años que tiene tres meses de embarazo, ambos huyen de la violencia. Ever trabajaba de ayudante de buses en la ruta Cerro Grande – Kennedy en la capital del país, un rubro que, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH), en 2019 contabilizó más de 100 trabajadores asesinados a causa del cobro de la extorsión que ejercen las pandillas.
“Tengo miedo de estar aquí, hace cinco meses me intentaron matar cuando seis jóvenes se subieron al bus, sacaron machetes y me golpearon a mi y al chofer”, cuenta Ever mientras señala la cicatriz que dejó uno de los golpes que le dieron en la cabeza. A su hermano lo mataron hace ocho años en un incidente también causado por la extorsión.
Esta no es la primera vez que emprende la ruta migratoria en un éxodo masivo; en 2018 estuvo sobre el puente que cruza el río Suchiate cuando la Policía Federal Mexicana lanzó gases lacrimógenos a los más de 3 mil centroamericanos que conformaron esa caravana que representó el inicio de una nueva forma de migración en la región. En esa ocasión logró llegar hasta Estados Unidos pero fue deportado, después de ser detenido mientras cenaba en un restaurante de Houston, Texas. Después de estar retenido en un centro de detención durante ocho meses fue deportado a Honduras con la seguridad de que no podría quedarse por mucho tiempo.
Según un informe del Observatorio Consular y Migratorio de Honduras solo entre 2017 y 2019, la cantidad de deportaciones han aumentado en un 56.7 por ciento. Esta situación se da en el marco de la reelección inconstitucional de Juan Orlando Hernández, el endurecimiento de las políticas migratorias de Estados Unidos y los acuerdos que ese gobierno ha firmado con los países de origen de la migración en Centroamérica.
Ahora Ever no está solo, después de su retorno conoció a Sandra, quien la noche del 14 de enero lo acompaña para esperar la salida pactada en las redes sociales para las 5 de la mañana del día siguiente.
La caravana de las dos rutas
Ante la formación de una nueva Caravana Migrante, el ministro de seguridad, Julián Pacheco Tinoco, lamentó la decisión de los hondureños y hondureñas de salir del país y expresó su esperanza de que “antes de llegar a Corinto o Agua Caliente se arrepientan y regresen a nuestro país”.
Estas declaraciones no fueron atendidas por las casi mil personas que la noche del martes esperaban la salida de la primera caravana de 2020, aunque muchos no sabían exactamente que rumbo tomaría. Las opciones eran tomar un nuevo camino hacia la frontera de Corinto en Puerto Cortes, o la ruta ya conocida por la frontera de Agua Caliente en el occidente del país.
Esa discusión por la ruta que tomarían causó un enfrentamiento entre un grupo de supuestos migrantes, que propusieron viajar por Corinto, y Bartolo Fuentes, el exdiputado del partido Libertad y Refundación (LIBRE) acusado de promover la caravana de octubre de 2018.
Al escuchar la propuesta de este grupo de irse por la frontera de Corinto, Bartolo junto a un periodista de UNE TV, un reconocido canal de televisión de oposición, señalaron a estas personas de ser traficantes de personas, los migrantes respondieron que ya no querían políticos en la caravana. Los gritos e insultos estuvieron a poca distancia de convertirse en golpes.
Dos horas después de ese confuso incidente, un grupo de 300 migrantes inició una primer vertiente de esta caravana hacia la frontera de Corinto, el grupo que quedó partió a las cuatro de la mañana rumbo al occidente, algunos salieron a pie y otros directamente en autobús.
En ese camino iba Luis Fernando Osorto originario del sector López Arellano, una de las zonas más peligrosas del norte del país ubicado en Choloma, Cortés.
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“He recibido insultos, maltratos, me han querido hasta matar; por eso yo decidí viajar y ahorita voy confiando en Dios, le pido fuerzas, que me abra puertas y mi deseo es llegar aunque sea hasta México”, dice Luis Fernando, un hombre gay que ha sufrido todas las formas posibles de discriminación en un país con la tasa más alta de crímenes de odio en la región, según el informe “El prejuicio no conoce fronteras” de la organización Diakonia.
La realidad para Luis Fernando continuará siendo peligrosa al llegar a México. En promedio, en ese país anualmente son asesinadas 79 personas de la comunidad LGTBI; sin embargo, será mucho más seguro. En enero de 2019 Luis Fernando también había salido con la caravana a causa de las cartas que la pandilla dejaba en su casa advirtiéndole que si no se iba del barrio lo iban a matar.
Para este hombre de 34 años la única opción para vivir tranquilo es irse del país, ya que el gobierno no se interesa por su población, las políticas públicas están lejos de volverse inclusivas, no ha logrado conseguir trabajo en mucho tiempo y el acceso a derechos como el matrimonio igualitario parece casi imposible en una sociedad en la que el poder político es sustentado por el poder religioso.
“Ya no quiero volver a Honduras”, dice Luis Fernando quien llegó con el primer grupo de la caravana a la frontera de Agua Caliente y cruzó el mismo 15 de enero al municipio de Esquipulas en Guatemala.
Detrás de él quedo otro grupo de al menos 800 personas que durmió en el parque de la ciudad de Ocotepeque y salió el siguiente día a las 4 de la mañana después de orar y cantar el Himno Nacional a todo pulmón. Salieron en la oscuridad y llegaron a la frontera cuatro horas después con la bandera y sin hacer ningún registro, nadie pudo impedir su paso.
Países cárcel
Según datos del Instituto Guatemalteco de Migración entre el 15 y 16 de enero ingresaron a Guatemala un total de 3543 personas como parte de la caravana a través de las fronteras de Corinto y Agua Caliente. Los centroamericanos continuaron su camino a pesar de la advertencia del presidente guatemalteco entrante, Alejandro Giammattei, quien en una conferencia de prensa señaló que aunque los migrantes podrían cruzar el país sin problemas al contar con la documentación necesaria, en la frontera con México se toparían con un muro impenetrable.
Además, el pasado viernes el embajador de Estados Unidos en Guatemala, Luis Arreaga, envió un mensaje en tono amenazante a través de las redes sociales, en donde advertía a los migrantes centroamericanos que “las autoridades de Guatemala, México y Estados Unidos han reforzado sus controles fronterizos, usted será detenido y retornado (…) no arriesgue su vida y la de sus parientes.”
Mensaje del #EmbArreaga sobre la #MigraciónIlegal
Estas amenazas fueron de cierta manera diluidas por la hospitalidad que la caravana migrante recibió desde la aduana guatemalteca de Agua Caliente hasta su llegada a la ciudad de Tecún Umán en las diversas casas de migrantes en las que descansaron, recibieron atención médica y comida.
El director de la Casa del Migrante de Guatemala, el padre scalabriniano Mauro Verzeletti, aseguró que “la situación del norte de Centroamérica es demasiado compleja y prácticamente son narcoestados en los que las personas no tienen sus derechos, ellos siempre nos mencionan como principal causa de su desplazamiento la corrupción que se ha instaurado en Honduras y también que es un gobierno que esta tomado por el crimen organizado y no está interesado en la población”.
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Para Verzeletti ser nombrado “País seguro” es fácil en el papel pero en la práctica no solucionará el problema al ser una imposición de Estados Unidos.
En Honduras los acuerdos migratorios firmados en septiembre de 2019 son inciertos de manera oficial pero según un recurso de amparo presentado por integrantes de Comités de Familiares Desaparecidos implicarían deportaciones exprés desde Estados Unidos, intercambio de información biométrica y convertirse en un país de retención para migrantes de otros países que se dirigen hacia el norte.
Una semana antes de que la caravana partiera de Honduras arribó al país Chad Wolf, secretario interino de Seguridad Nacional estadounidense, con el objetivo de definir la implementación de los acuerdos que permitirán que Honduras se convierta en un país de espera para los solicitantes de asilo en Estados Unidos. La ironía rebasa los límites cuando se habla con alguno de los migrantes que pasó la noche en el refugio que habilitó la Casa del Migrante en Ciudad de Guatemala, durmiendo bajo una carpa casi uno encima del otro por falta de capacidad, algunos dentro de una bolsa plástica para pasar el frío de la madrugada, todos concuerdan que en Honduras es imposible vivir.
El penúltimo tramo
Desde su salida la caravana que avanzó por la frontera de Agua Caliente se dividió en tres grupos que avanzaban uno detrás del otro, de la misma forma salieron de Ciudad de Guatemala hacia el paso de fronterizo entre Tecún Umán y Ciudad Hidalgo.
Si tienen suerte, y avanzan a través de aventones, a cada grupo le toma aproximadamente 15 horas poder llegar desde la capital guatemalteca hasta la frontera con México.
Algunos se quedan rezagados en el camino y se unen para pedir un aventón o ayuda para ajustar el pasaje del bus que los lleve hasta el destino. Ese es el caso de Kenia Cáceres, madre de dos adolescentes y originaria de Tocoa, Colón; quien lidera un grupo de 9 jóvenes que esperan un aventón en una gasolinera a 100 kilómetros de la frontera.
Kenia regresó a Honduras cuando se anunció la Caravana de Migrantes después de vivir varios meses en Tapachula con Andrea, su hija de 17 años; la razón del regreso fue su hija menor de 14 años quien fue secuestrada durante dos semanas y abusada sexualmente por miembros de una pandilla.
Cuando Kenia presentó su caso ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) le dijeron que sí podían otorgarle el refugio pero tenía que regresar por su hija. Después de cuatro días de camino se sienten cada vez más seguras al alejarse de Honduras.
Finalmente el grupo logra que un bus les haga el favor de llevar sus maletas hasta Tecún Umán y que dos de los jóvenes también puedan irse. Kenia organiza rápidamente al grupo y elige quienes se irán, les recuerda que no olviden la maleta que lleva el nebulizador de Andrea y ayudan a subir todo al bus. El resto de los migrantes, liderados por Kenia, comienzan a caminar haciendo bromas y pidiendo que alguien más los lleve.
Los mismos engaños de siempre
El viernes por la noche llegaron Ever y Luis Fernando a Tecún Umán, cada uno ha cursado su propio camino y sorteado diversas dificultades.
Ever llegó en calcetines ya que los zapatos que llevaba se le rompieron en el camino, una parte del tramo lo hizo descalzo y hasta ahora que llega a la ciudad logra conseguir unas sandalias. Sentado junto a Sandra en una banca del parque municipal cuenta que le duele una muela y que no tiene dinero para nada, ni para una bolsa con agua. Unos minutos después una policía llega con refrescos y comida para ambos. En este trayecto no se ha registrado ninguna hostilidad por parte de las autoridades guatemaltecas.
Por otro lado Luis Fernando es acompañado por un grupo de migrantes de la diversidad sexual que se han encontrado en el camino y ahora en grupo piden seguridad al gobierno Mexicano ante la violencia en Honduras.
Ninguno de los dos quiso participar en el grupo de migrantes que la mañana del sábado intentó cruzar la frontera y forcejeó con elementos de la Guardia Nacional mexicana para poder pasar sin hacer registro migratorio y continuar su camino hacia Estados Unidos. En el forcejeo los elementos de seguridad rociaron con gas pimienta a los migrantes, incluidos a los menores que eran cargados por sus madres.
Este enfrentamiento resultó en el cierre del paso y la autorización de un cruce “controlado” de grupos de 20 personas según las instrucciones del Instituto Nacional de Migración.
Los integrantes de la caravana que decidieron pasar fueron subidos en autobuses que según la información del periodista Alberto Pradilla, reportando para el medio mexicano Animal Político, serían llevados a la estación migratoria Siglo XXI, en Tapachula, Chiapas.
Ahora la Caravana Migrante espera la llegada de todos sus integrantes para pasar juntos este lunes 20 de enero y seguir hacia Estados Unidos.
Artículo con colaboración de Mónica Gálvez.