Análisis: ¿Qué significa un segundo gobierno de Donald Trump para Centroamérica, una región particularmente vulnerable al cambio climático y con insuficientes fondos para abordar los desafíos de la adaptación al calentamiento global.
Los resultados de las elecciones en Estados Unidos tienen implicaciones que trascienden sus fronteras. Las decisiones de política interna y exterior de este país suelen generar repercusiones significativas en el ámbito global, debido al papel histórico y la influencia de Estados Unidos en el mundo. El 5 de noviembre, el mundo entero estuvo pendiente de los resultados de las elecciones en Estados Unidos. No solo los mercados de valores, inversionistas, bancos y negociadores observaron de cerca los eventos, sino también líderes políticos, empresarios, organizaciones internacionales y ciudadanía en general. La decisión electoral en uno de los países más influyentes del mundo tiene el potencial de impactar políticas globales en áreas como comercio, medio ambiente y seguridad, afectando la economía, la diplomacia y las relaciones internacionales.
Es un hecho: Donald Trump ha sido electo nuevamente presidente de Estados Unidos, con una victoria contundente en el voto popular, en los colegios electorales y con un Senado mayoritariamente a su favor. Este resultado marca un punto de inflexión en la política estadounidense, cuyas repercusiones se sentirán en todo el mundo. Aunque habrá tiempo para analizar en detalle las razones detrás de este triunfo, ahora la prioridad es entender los efectos inmediatos que su liderazgo tendrá en nuestros países. Desde la economía y el comercio hasta políticas de seguridad y migración, esta nueva administración presenta un escenario que exige atención y preparación para enfrentar los cambios que puedan surgir en nuestra región.
Desafíos para la agenda ambiental Global
Durante su primer mandato, Trump priorizó la industria de combustibles fósiles, promovió la desregulación ambiental y retiró a su país del Acuerdo de París. Este enfoque no solo representa un reto para el mundo, sino que también impacta a Centroamérica, una región especialmente vulnerable al cambio climático y que depende en gran medida de la cooperación y el financiamiento internacional para mitigar sus efectos y adaptarse a ellos. La continuidad de estas políticas podría provocar un retroceso en las negociaciones internacionales y dificultar el cumplimiento de las metas establecidas en el Acuerdo de París, poniendo en riesgo los esfuerzos globales por enfrentar la crisis climática.
Tener un negacionista del cambio climático en la Casa Blanca, siendo Estados Unidos el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero, dificulta aún más el objetivo de limitar el calentamiento global a menos de 1,5ºC. Estudios de Carbon Brief advierten que, si Trump revierte las políticas climáticas implementadas por los demócratas, esto podría provocar un aumento de hasta 4.000 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO₂e) para 2030 en comparación con las políticas actuales. Este retroceso tendría un costo climático global de más de 900.000 millones de dólares, exacerbando la crisis y afectando los esfuerzos internacionales por mitigar sus efectos.
De vuelta a la época fósil: El Proyecto 2025
Donald Trump ha prometido adoptar posturas radicales en la política climática y energética de Estados Unidos a través del Proyecto 2025, un plan que propone una transformación profunda orientada hacia un modelo que favorezca los combustibles fósiles y reduzca la regulación ambiental gubernamental. Este plan incluye la eliminación de la Oficina de Eficiencia Energética y Energía Renovable, el desmantelamiento del Servicio Nacional de Meteorología, la derogación de los subsidios para energía limpia implementados bajo la administración de Biden, y la autorización para extraer petróleo en el Ártico. Además, contempla eliminar el Programa Nacional de Seguros contra Inundaciones, una medida que podría tener repercusiones importantes en la protección de las comunidades vulnerables.
Una de las principales promesas de campaña de Trump fue también derogar la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), un pilar de la administración Biden para reducir las emisiones de carbono. Esta ley, que destina cerca de 400 mil millones de dólares para el desarrollo de energías limpias y la manufactura nacional, ha sido considerada la normativa climática más ambiciosa en la historia de Estados Unidos. Se estima que, gracias a sus subsidios y medidas de apoyo, podría reducir las emisiones de carbono del país hasta en un 40% para 2030, un avance crucial hacia los compromisos climáticos y los objetivos del Acuerdo de París. Sin embargo, el desmantelamiento de la IRA amenaza con revertir estos avances y limitar la capacidad de Estados Unidos para alcanzar emisiones netas cero.
Trump también ha expresado su intención de revertir el Programa de Reducción de Emisiones de Metano (MERP). Este programa impone un gravamen sobre el gas natural desperdiciado, incentivando financieramente a los operadores a reducir las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero. Desmantelar el MERP no solo debilitaría el compromiso de Estados Unidos con la reducción de emisiones, sino que también afectaría los esfuerzos globales para mitigar el impacto del metano en el cambio climático, dificultando el logro de metas climáticas internacionales.
Por último, el Proyecto 2025 de Trump busca reducir el enfoque sobre el cambio climático en diversas agencias gubernamentales, incluida la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Según este plan, la USAID debería abandonar su oposición a los combustibles fósiles en países en desarrollo y, en cambio, promover una "gestión responsable" de las reservas de petróleo y gas, argumentando que esta es una vía rápida para combatir la pobreza extrema y disminuir la dependencia de la ayuda exterior.
Si bien el Partido Demócrata ha mostrado cierta ambigüedad en temas como el apoyo al fracking y algunos respaldos a la industria de combustibles fósiles, existe una diferencia fundamental entre sus visiones y las de los republicanos. Desde la administración de Obama, los demócratas han considerado el cambio climático como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, impulsando políticas para mitigar sus efectos y protegiendo al país de sus consecuencias a largo plazo. En contraste, Donald Trump y su partido no solo niegan la existencia del cambio climático, sino que rechazan los esfuerzos nacionales e internacionales para enfrentar esta crisis, priorizando el crecimiento económico inmediato sin evaluar los riesgos ambientales. Como afirma Rachel Cleetus, directora de políticas y economista principal del programa de clima y energía de la Unión de Científicos Preocupados, "EE.UU. y el mundo pueden esperar que la próxima administración Trump aplique una completa demolición a la diplomacia climática mundial".
El fantasma de Trump en la COP29
Sin embargo, en cuanto al cumplimiento de la NDC (Contribución Determinada a Nivel Nacional) de Estados Unidos, y pese al impacto que esto tiene en las emisiones globales, aún queda esperanza. Existe un peso considerable de los gobiernos subnacionales que, como ya ocurrió cuando Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, decidieron seguir avanzando en las metas climáticas de manera independiente.
La próxima semana comienza la COP29, conocida como la "COP de la financiación", en la que se espera que el tema central sea la movilización de recursos económicos para abordar el cambio climático. Se ha estimado que es necesario movilizar 2,4 billones de dólares para 2030, destinados a apoyar a los países emergentes en su transición hacia una energía más limpia, así como en programas de adaptación y resiliencia, mitigación de pérdidas y daños, y en la conservación y restauración de la naturaleza. Sin embargo, existe un escepticismo creciente sobre los avances reales que se podrían lograr en esta cumbre, especialmente en la concreción de un Fondo de Pérdidas y Daños, un tema crucial para los países más vulnerables. La victoria de Trump podría abonar a que esta COP termine sin acuerdos concretos en esta área crítica.
Entonces, ¿Qué puede esperar Centroamérica?
- Retrocesos en la cooperación climática internacional. Con el regreso de Trump a la presidencia y su postura escéptica hacia el cambio climático, es probable que Estados Unidos reduzca su participación en acuerdos climáticos globales y que impulse la desregulación ambiental, lo cual afectará la colaboración y el financiamiento internacional crucial para Centroamérica.
- Menor apoyo a la transición energética. La posible derogación de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) y de sus subsidios para energías limpias podría limitar las oportunidades de inversión y cooperación para proyectos de transición energética en la región, frenando el avance hacia fuentes de energía sostenibles.
- Aumento de emisiones y mayor vulnerabilidad climática. Si Estados Unidos reduce sus compromisos de reducción de emisiones y de mitigación del cambio climático, el aumento de gases de efecto invernadero agravará el calentamiento global, intensificando los fenómenos climáticos extremos que afectan directamente a Centroamérica.
- Posible abandono del Fondo de Pérdidas y Daños. Con Trump en la Casa Blanca, el apoyo de Estados Unidos al Fondo de Pérdidas y Daños podría debilitarse, afectando los recursos destinados a compensar a los países más vulnerables, entre ellos los de Centroamérica, por los impactos de eventos climáticos extremos.
- Mayor énfasis en combustibles fósiles.Trump planea impulsar la explotación de combustibles fósiles, lo que podría traducirse en una menor presión global para avanzar hacia energías renovables. Esto podría influir en políticas locales y en el acceso a financiamiento para la región, que depende en gran medida del apoyo internacional para desarrollar infraestructura de energías limpias.
- Necesidad de fortalecer alianzas regionales e internacionales. Ante el debilitamiento del liderazgo climático estadounidense, Centroamérica deberá fortalecer sus alianzas con otros actores comprometidos, como la Unión Europea, para asegurar el acceso a recursos y apoyo técnico en la adaptación y resiliencia climática.
Mientras Estados Unidos redefine su papel en la diplomacia climática, los gobiernos subnacionales y otras coaliciones internacionales podrían ser clave para mantener vivo el compromiso con los objetivos globales. Ante este escenario, Centroamérica deberá fortalecer sus alianzas con otros actores internacionales comprometidos con la acción climática, como la Unión Europea, y buscar estrategias regionales para enfrentar la crisis climática. Las organizaciones locales jugarán un rol fundamental en la defensa de la sostenibilidad y en la búsqueda de nuevas vías de cooperación y apoyo para proteger el medio ambiente y las comunidades vulnerables de la región. Sin embargo, el panorama es sombrío y lleno de incertidumbre, con una administración que resucita un "pacto gris" con el pasado en lugar de avanzar hacia un futuro sostenible. Este contexto, sumado a la urgencia del tiempo limitado para actuar, exige que redoblemos los esfuerzos ahora más que nunca.