Financiamiento Climático y Derechos Humanos. Una reflexión desde Centroamérica

Comentario

En América Central, las pérdidas y daños inducidos por el clima ya están ocurriendo casi a diario. Para hacer frente a los impactos del cambio climático se requieren de miles de millones de dólares, que deberían de ser puestos a disposición por el Norte Global y las grandes empresas emisoras de gases de efecto invernadero responsables de la crisis climática. Pero la realidad es que después de 30 años de gobernanza multilateral climática seguimos sin fondos suficiente ni los mecanismos adecuados para hacerle frente a estos efectos, y nuevamente son las personas más vulnerables, especialmente las mujeres, las que llevarán esta carga.  

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En América Central, las pérdidas y daños inducidos por el clima ya están ocurriendo casi a diario. La región ya está experimentando impactos dramáticos del cambio climático, y como el informe del IPCC acaba de confirmar, aumentarán más en los próximos años. Estas pérdidas y daños, no se están produciendo solo por una adaptación inadecuada, la pérdida y el daño van más allá de los límites de la adaptación climática, y son la huella de la irresponsabilidad del Norte Global. Por lo tanto, aunque podamos reducir los impactos climáticos a largo plazo mediante esfuerzos de mitigación, a corto y mediano plazo es inevitable que muchas comunidades en América Central sufrirán los efectos del mismo. Así que, para buscar la justicia climática, los gobiernos del Norte Global y las empresas causantes del cambio climático, necesitaran poner miles de millones de dólares disponibles, no solo para adaptación, sino también para pérdidas y daños. Sin embargo, la realidad es que actualmente después de 30 años de gobernanza multilateral climática, no se cuenta ni con los fondos ni con los mecanismos necesarias para responder adecuadamente las necesidades reales de las comunidades más afectadas.  

Continúanos viendo agendas climáticas que no parten del respeto a los Derechos Humanos y que se enfocan en contabilizar emisiones únicamente. 



Cada vez está más claro que todas las naciones continúan quedándose cortas para limitar el calentamiento global a 1,5 C°, que los efectos de cambio climático ya no pueden ser mitigados y que la adaptación tiene un límite. Por lo tanto, es urgente cambiar el enfoque que continúan teniendo las agendas de la gobernanza y del financiamiento climático y las naciones ricas – responsables del cambio climático – que se orienta principalmente a la mitigación y volver la agenda de pérdidas y daños igual de importante. Son estas naciones quienes deben desarrollar nuevos compromisos financieros independientes al todavía insuficiente objetivo de financiamiento climático de $ 100 mil millones para adaptación y mitigación. 



Las alarmantes estimaciones sobre daños y pérdidas  

Existen diferentes estimaciones de los daños económicos que los países desarrollados sufrirán y están enfrentando debido a pérdidas y daños. Pero antes de hablar de los números, tenemos que recordar primero que la pérdida y el daño no solo representa valores económicos, sino también la pérdida de tradiciones, idiomas, sistemas de creencias, biodiversidad, etc., entonces hablemos de los números, pero sin olvidar estos otros puntos. Segundo, es importante reconocer que cada comunidad le pone un valor tanto emocional como económico a las cosas de manera diferenciadas, por lo tanto, no podemos estandarizar e imponer mecanismos que definan como cuantificar las pérdidas y daños. A pesar de esto, por el momento, todas las conversaciones sobre pérdidas y daños gravitan hacia la contabilización del impacto del cambio climático sobre el Producto Interno Bruto de un país y/o las pérdidas de vidas humanas. Es urgente amplificar esta percepción que tenemos sobre pérdidas y daños e incluir estas otras pérdidas no económicas que muchas veces son intangibles.



En la inauguración de la COP26 escuchamos en el discurso del presidente de Honduras, que desde 1970 Honduras ha tenido 67 desastres naturales atribuidos al cambio climático, y que estos han costado alrededor de 6 mil millones de dólares, la vida de 22000 personas y han dejado más de 11000 personas desaparecidas. De manera similar el ministro de Medio Ambiente de Guatemala, dijo que en las últimas tres décadas el monto atribuible a las pérdidas y daños generadas por los impactos climáticos en Guatemala suman cerca de 5600 millones y que cada año se calculan pérdidas entre 1.3% y 3.7% del PIB del país. Además, la CEPAL en su último informe sobre los impactos del cambio climático, estima que en 2030 los costos económicos totales para El Salvador ascenderán al 7,2% del PIB del país.

Pero estos números probablemente todavía son demasiado bajos. Un nuevo informe de la Universidad de Humboldt de Berlín (Lost and Damaged: A study of the economic impact of climate change on vulnerable countries, fue coordinado por Marina Andrijevic), estima que, en base a las políticas climáticas actuales, los países más vulnerables del mundo pueden esperar sufrir una perdida promedio de -19.6% para 2050 y de -63.9% para fines del siglo 2100 de sus PIB. 



¿Son estos números reales? En mi opinión, dada la alta vulnerabilidad y la baja capacidad de adaptación de la mayoría de los países centroamericanos, lastimosamente, no es razonable esperar que puedan reducir estos daños de manera muy sustancial.  

Algunas fallas en el financiamiento climático 

El Centro para la Protección de Desastres mostró que, sobre la base de los recientes desastres climáticos que el financiamiento climático que llegó fu insuficiente y tardío. Que después de seis meses solo se habían entregado realmente el 41% de los fondos totales de respuesta comprometidos, y que después de 18 meses, las generosas promesas de financiamiento realizadas por diversos países no fueron cumplidas. Para América Latina el Fondo Verde del Clima se ha convertido en el mayor proveedor de financiamiento climático y dos de los cinco proyectos más grandes de América Latina hasta 2020 están en Centroamérica.  Ante esto quiero abordar dos puntos que considero deben modificarse dentro del financiamiento climático: 

 

  • Primero la distribución. El 75% de los 1172 millones de dólares que han sido aprobados hasta 2020 por el FVC están destinados a mitigación, el 12% a adaptación y solo el 8% a proyectos de múltiples enfoques. Es decir, ni siquiera mencionan pérdida y daños. Así también los presupuestos nacionales de la región cuando reciben financiamiento climático lo destinan a adaptación y sólo en raras ocasiones a perdidas y daños. El Salvador, por ejemplo, menciona en el informe presentado en la COP26 que el 63% del gasto climático se destina a la adaptación, el 27% a la mitigación y el 10% restante a la categoría de pérdidas y daños.  
  • Segundo la asignación de fondos a gobiernos que comenten graves violaciones a derechos humanos. Dos de los actuales proyectos aprobados por el FVC destinan fondos para Nicaragua. El primero BioClima por 64 USD millones que iniciará posiblemente en marzo 2022. El segundo es un proyecto regional por 170 millones de dólares para el corredor seco Centroamericano, aprobado en el segundo semestre de 2021, cuando ya inclusive existe un proceso de queja en el IRM de comunidades nicaragüenses sobre el primer proyecto. En Nicaragua se han documentado y reportado sobre el asesinato de cientos de civiles durante las protestas en 2018 así como de los múltiples asesinatos que se están dando en las mismas zonas donde se busca implementar el proyecto BioClma.



Los seguros climáticos tampoco son la respuesta

Los seguros de riesgo han ganado mucho interés por parte de parte de los países en Centroamérica. Todavía hay quienes se preguntan si estos pueden proporcionar los fondos necesarios de manera más rápida y fácil ante una emergencia climática. En 2020 vimos cómo tras el paso de Eta e Iota en Guatemala, Honduras y Nicaragua el Mecanismo de Seguro de Riesgo de Catástrofe del Caribe (CCRIF) proporcionó rápidamente a Nicaragua 30,6 millones de dólares para la respuesta inmediata, pero recordemos que este monto está lejos de las pérdidas y daños reales que se estiman están cerca de 742,6 millones de dólares. Además, hay que considerar que el precio de estos seguros aumentará inevitablemente según aumenten los impactos climáticos y el pago de estos no debería ser otro peso más sobre las ya extremadamente débiles economías de la región o de los países más vulnerables. Por último, también es importante abordar, que estos seguros de riesgo no cubren los impactos lentos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar o la acidificación de los océanos, ya que estos son certezas y no de riesgos.



Lo que nos mostró la crisis del COVID-19 

Quiero hacer un recordatorio de la acción radical que se emprendió como respuesta a la pandemia del Covid-19, tanto por parte del Fondo Monetario Internacional que desembolso alrededor de 650 billones de dólares sólo en 2020 - principalmente a los países más ricos bajo el enfoque de reducir el impacto en sus economías.

Economías que también son responsables de la crisis climática y que de una manera también son las responsables de las múltiples crisis que estaremos enfrentando como sociedad debido al mismo cambio climático, crisis justamente como la del COVID-19. Por lo tanto, me pregunto ¿por qué fue posible encontrar este financiamiento de una manera tan rápida y después de treinta años de informes sobre cambio climático continuamos sin tener financiamiento para hacerle frente al mismo? ¿Cómo es que los países que han generado la crisis climática y que deberían de asumir la responsabilidad y proporcionar una compensación por pérdidas y daños continúan incumpliendo sus promesas financieras, pero en 2020 rápidamente fueron capaces de ayudarse a sí mismos?



Ya existen una serie de propuestas sobre la mesa sobre cómo aumentar el financiamiento climático y como financiar perdidas y daños, se habla de impuesto adicionales a los daños climáticos en las principales empresas de carbono, sobre impuesto a la riqueza, pasar el subsidio de los combustibles fósiles hacia financiamiento climático, proporcionando oportunidades para la cancelación de la deuda, etc. En fin, ideas hay muchas, muchas factibles, pero lo que claramente no hay es voluntad política por parte de los países del norte global para hacer frente a sus responsabilidades.  



Así que la región centroamericana necesita hablar y tener claro que no estamos pidiendo caridad cuando demandamos más financiamiento climático y sobre todo financiamiento para perdidas y daños. Son las grandes empresas de carbono y los países responsables de la crisis climática quienes deben pagar y asumir su deuda.  Pero, aunque lográramos conseguir estos fondos, para que las finanzas climáticas tengan el efecto deseo y aporten verdaderamente a la construcción de justicia climática, las partes deben adoptar un enfoque basado en los derechos humanos y el Fondo Verde del Clima al igual que otros fondos ambientales no pueden continuar financiando procesos que se soliciten por partes que no respeten los derechos humanos y la vida misma.

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