¡Nos vamos, el huracán arrasó con todo! Movilidad humana y Cambio Climático.

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Resulta alarmante la velocidad con la que el cambio climático va amplificando las injusticias que ya previamente existían en la región Centroamérica. Cada vez son más las personas que se ven obligadas a dejar sus hogares y buscar refugio ya sea por la pérdida de sus medios de vida o al temor de las amenazas de los impactos del cambio climático. 

Migrantes salvadoreños cruzan el cauce del río Suchiate, que marca la línea fronteriza entre Guatemala y México, el 2 de noviembre de 2018, previo a la llegada de Bukele a la Presidencia. La caravana que partió de San Salvador el 31 de octubre, pretendía llegar hasta Estados Unidos. Foto de El Faro: Víctor Peña.

Resulta alarmante la velocidad con la que el cambio climático va amplificando las injusticias que ya previamente existían en la región Centroamérica. Va desencadenando impactos cada vez más adversos y mortales para las poblaciones más vulnerables, especialmente para las mujeres, las comunidades indígenas y afrodescendientes en contextos rurales. Cada vez son más las personas que se ven obligadas a dejar sus hogares y buscar refugio ya sea por la pérdida de sus medios de vida o al temor de las amenazas de los impactos del cambio climático.

Según los principios establecidos en el derecho internacional, los Estados tienen la obligación de no extraditar, deportar o expulsar a una persona de su territorio cuanto existan motivos sustanciales para creer que existe un riesgo real de daño irreparable en su país de origen. Sin embargo, al hablar de personas que buscan refugio como medio de adaptación al cambio climático, para preservar sus vidas, todavía no existe un marco legal que vele por ellas. 

Como Fundación Heinrich Böll Oficina Centroamérica, nos mueve el aportar a un cambio de paradigma en cuanto a la comprensión del fenómeno de la movilidad humana y aportar a la construcción de mecanismos para la protección de las personas más vulnerables.

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¡Nos vamos, el huracán arrasó con todo!

La realidad que describe la frase se conoce muy bien en Centroamérica. En los últimos tiempos los fenómenos climáticos severos han sido recurrentes. El huracán Mitch, Eta, Iota, Stan, son solo algunos nombres de fenómenos climáticos extremos que han golpeado la vida de las personas. No es extraño que las “caravanas de personas migrantes” tengan su origen en Honduras, El Salvador y Guatemala. Las pérdidas en vidas humanas,  inundaciones, destrucción de cultivos, afectación de ecosistemas, daños de viviendas y una sensación de haberlo perdido todo son algunas de las consecuencias devastadoras de los fenómenos asociados al cambio climático. Es una pérdida de futuro. 



El presente, por el contrario, tiene un nombre: ¡Antropoceno! Es un vocablo reciente. Se trata de una nueva era geológica, a criterio de los expertos, caracterizada por la conversión del hombre en un agente geológico capaz de alterar el sistema ecológico global. Se atribuye al biólogo Eugene F. Stoermer y al premio nobel de química Paul J. Crutzen. La realidad a la que el Antropoceno se refiere incluye impactos de alcance mundial como el calentamiento global, cambio climático, alteraciones químicas del aire y agua, acidificación de los océanos, degradación de los ecosistemas, extinción de especies y la megaminería. No son los únicos.



El cambio climático, como expresión del Antropoceno, se manifiesta en varios ámbitos. Los ecosistemas, los sistemas humanos, sistemas urbanos, sistemas económicos y sistemas sociales son algunos de los sectores afectados. En el ámbito específico de los sistemas sociales inciden en la movilidad humana. La ocurrencia de fenómenos climáticos severos es cada vez más frecuente. La movilidad humana por razones climáticas, aun siendo una realidad presente, carece de un adecuado reconocimiento a nivel internacional y al interior de los Estados.



La movilidad humana por razones climáticas está ausente del texto de los instrumentos internacionales sobre cambio climático. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París carecen de previsiones específicas sobre movilidad humana. Los términos “migración”, “refugiados”, “desplazados” y “movilidad humana” no tienen reconocimiento alguno en los instrumentos jurídicos internacionales sobre cambio climático. No existe aún una definición aceptada para referirse a las personas que se ven obligadas a dejar sus hogares por razones de cambio climático. La terminología es variada, pero lo relevante no es la terminología, sino los mecanismos y garantías que se establezcan para una adecuada protección de quienes la padecen.



 El Acuerdo de París reconoce en su preámbulo que el cambio climático es un problema de toda la humanidad y que al hacerle frente, las Partes deben respetar los derechos humanos, incluyendo los derechos de los “migrantes” y de las “personas en situaciones vulnerables”. La alusión es parca y carece de un desarrollo en el texto del Acuerdo. La acción normativa internacional en este aspecto es raquítica. El llamado Pacto Climático de Glasgow, surgido en el seno de la COP-26, celebrada en Escocia en noviembre del presente año, contiene la misma carencia de los instrumentos jurídicos anteriores.



La situación de los países de Centroamérica no es nada diferente a la descrita a nivel internacional. El Convenio Centroamericano Para la Protección del Medio Ambiente de 1989 y el Convenio Regional sobre Cambios Climáticos de 1993 no reconocen ni regulan la movilidad humana por razones de cambio climático. A 28 años de la suscripción del último instrumento, el ideal de estimular en cada estado de la región centroamericana la elaboración de una ley nacional sobre cambio climático, solo lo han cumplido Guatemala y Honduras.



Ahora bien, atender la movilidad humana por razones de cambio climático no es solo un asunto legal. Esa es la base, el andamiaje. Una atención integral debe considerar, entre otros aspectos, nuestros diseños institucionales, las funciones y competencias asignadas, los requisitos de nombramiento de los funcionarios, la capacitación, el presupuesto económico que se destina, mecanismos de atención frente a desastres y sistemas de monitoreo. Sin estos elementos la precariedad será perdurable y el desastre estará garantizado.

Atender la movilidad humana y el cambio climático es una necesidad imperiosa de la sociedad y el Estado. 

Para finalizar, vale la pena traer a consideración que en el libro El Futuro por Decidir, de Figueres y Rivett-Carnac, cuyo subtítulo es Cómo sobrevivir a la crisis climática, se encuentra un diálogo entre dos jóvenes que deberíamos esperar que no sea el nuestro ni el de nuestras familias en la región centroamericana. El primero de los jóvenes pregunta: Pero ¿por qué quieres marcharte? El segundo responde: Porque aquí ya no tengo nada que hacer. El primero vuelve a preguntar: ¿Y a dónde quieres ir? El segundo joven vuelve a responder: No lo sé. Adonde pueda conseguir algo mejor.

Fundación de Estudios sobre Migración, Medio Ambiente y Justicia (MIAMBIENTE SV).

San Salvador, 18 de diciembre de 2021, Día Internacional del Migrante