Sólo unas pocas mujeres han ocupado el cargo de coronel en la República Democrática del Congo. Munyole Sikudjuwa Honorine es una de ellas. La policía ha dedicado su vida a la lucha contra la violencia sexual y ha viajado a numerosas zonas de conflicto. Actualmente está emplazada en Bunia, en la provincia de Ituri.
Este artículo hace parte de nuestro dossier "Sin mujeres no hay paz: 20mo aniversario de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre las mujeres, la paz y la seguridad".
Yo marco el número. Después de sonar dos veces, una voz brillante y alegre al otro lado de la línea responde. “Sí, hola, buenas tardes! Estoy lista para la entrevista. Te he estado esperando. Espera, estoy comunicándome por medio de WhatsApp”. La incertidumbre de la pandemia de COVID 19 y las numerosas medidas adoptadas han obligado al mundo tal como lo conocemos a reinventarse. WhatsApp, Zoom y demás plataformas se han convertido inexorablemente en el lugar de encuentro virtual para las entrevistas.
En mi teléfono aparece su foto de perfil, obviamente seleccionada con mucho cuidado: uniforme azul marino de la policía congoleña, boina meticulosamente colocada, trenzas a la altura de los hombros, manos dobladas como para una oración y gafas en la nariz - detrás de esta foto no se sospecharía inmediatamente de una mujer policía de la República Democrática del Congo.
“Empecé en la comisaría de policía de Bukavu, la capital de la provincia de Kivu del Sur, en el este de la República Democrática del Congo. Inicialmente fui capitán para la protección de los niños y la lucha contra todas las formas de violencia de género. Conseguí reducir el número de violencia sexual tomando medidas legales contra todos los violadores”. La coronel Honorine toce antes de proceder: “He reunido todas las pruebas necesarias y las he enviado a los tribunales correspondientes”.
Cuando empezó en su unidad, era casi desconocida y no muy popular entre los organismos de aplicación de la ley. Pero Maman Coronel - como se la conoce cariñosamente - estaba firmemente convencida de que la sociedad debía liberarse de tales criminales. Se las arregló para dar nueva vida al departamento de lucha contra la violencia sexual.
En los años 90 y en torno al cambio de milenio, los conflictos armados estaban a la orden del día en la región, y el número de mujeres y niñas violadas aumentó. Las peleas entre los diferentes grupos armados se libraban en el cuerpo de la mujer, con sus genitales destrozados por cuchillas afiladas. Ni siquiera la violación de niñas de tres meses de edad fue disuadida. A la población se la dejó a la deriva.
Hombro a hombro con el Premio Nobel de la Paz
En este caos indescriptible, hombres y mujeres se levantaron. Denunciaron a los autores, atendieron a los heridos, repararon lo destruido. Buscaron a los criminales para llevarlos ante la justicia. Y en medio de ello Honorine, en ese momento todavía una simple mujer policía que luchaba por la justicia. Trabajó mano a mano con un ginecólogo que se hizo famoso más allá de su región: Dr. Mukwege. Mientras que en su consulta en la región montañosa cerca de Panzi trataba de curar el cuerpo y la psique de las víctimas de violación, ella se había dedicado a la tarea de poner detrás de rejas a los autores de estos actos atroces.
Unos 20 años más tardey numerosos honores - incluyendo el Premio Sakharov - más tarde, el Dr. Mukwege fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. “El Dr. Mukwege y yo recibimos cartas anónimas amenazadoras en Bukavu. Mis hijos también fueron amenazados” Habiendo dicho esto, se le nota por primera vez el miedo en su voz. Como viuda, crió ocho hijos por su cuenta, pero la mujer fuerte se vio expuesta con impotencia a ciertas experiencias por las que sus hijos tuvieron que pasar.
Detrás de la voz tranquila y amable está, en primer lugar, la madre, que hace todo lo posible por criar a sus hijos y protegerlos de posibles "daños colaterales" a través de su trabajo. Como cuando se enteró de que el hijo de un hombre que había puesto tras las rejas en Bukavu asistía a la misma universidad que uno de sus hijos. El recuerdo es doloroso. Si ha tenido calma interior hasta ahora, sus miedos ahora emergen, su aliento se vuelve superficial y es notablemente más difícil para ella decirlo. Pero además del miedo también hay ira. La mujer, a la que nada puede detener o desalentar en su trabajo, se ve atrapada a sí misma y continúa: "Había arrestado a un hombre en Bukavu. Sus hijos estaban estudiando en Uganda en la misma universidad que mi hijo. Cuando su padre fue condenado, fue tanto lo que amenazaron a mi hija que tuvo que abandonar sus estudios”. La hasta entonces fuerte oficial de policía se mueve en el fondo durante la narración y permite que el lado temeroso e indefenso de una madre salga a la luz. “Mis hijos son el blanco de las represalias. Y no sólo se trata de esta desafortunada historia en Uganda. Si bien algunos de mis hijos han podido graduarse no han podido encontrar trabajo. Nadie quiere contratarlos, y eso es sólo porque su obstinada madre ha puesto a mucha gente tras las rejas”. Esto afecta mucho a la madre, pero nada puede destrozar la determinación de la mujer policía: “A pesar de estas represalias, me digo a mí misma que tengo que hacer mi trabajo como se debe y proporcionar seguridad”.
Luchar por el cambio
La seguridad es un tema muy querido para ella. Actualmente con sede en Bunia, la coronel Honorine trabajó primero en Bukavu, seguido de Kisangani y finalmente Mambasa, actualmente está estacionada en Bunia. La cuestión de la seguridad está muy cerca de su corazón, y se ve a sí misma menos como una activista y más como una "congoleña con sentido de la justicia". Por “seguridad” ella entiende llevar a una persona físicamente a salvo, lejos de todo peligro. Un peligro que ha conocido sistemáticamente y que conoce de cerca. Un peligro que ya le ha impedido completar con éxito su deber.
Y sin embargo, mirando hacia atrás, la ex profesora está orgullosa de lo que fue capaz de poner en marcha como policía en sus áreas de trabajo. En Haut-Uele, por ejemplo, los maestros habían embarazado a sus estudiantes. “Las jóvenes querían ir a la escuela. Pero una y otra vez las niñas eran expulsadas de la escuela después de las vacaciones porque sus compañeros o profesores las habían embarazado. Hice entender a estos maestros que estos niños son como sus propios hijos y que deben obedecer la ley”, explica ya agrega: “Como medida disuasoria, arresté a dos de los profesores y los entregué al fiscal. Esto puso las cosas en marcha; la gente se asustó y vino a denunciar los casos de violencia.“
Hombres y mujeres en igualdad de condiciones
Éxitos que, sin embargo, tienen un sabor amargo. Los obstáculos en su camino son demasiado grandes: “Trabajo casi sin recursos financieros, pero el trabajo que realizo requiere recursos”, explica al tiempo que destaca la diferencia con la que se trata a hombres y mujeres dentro de un mismo cuerpo policial. “En mi profesión, los hombres tienen suficiente dinero a su disposición, pero yo tengo que arreglármelas sin este recurso. Además, tengo que vivir con un sueldo mísero, como madre de muchos niños y en mi condición de viuda. No hay buenas condiciones de vida para mis hijos”.
Además, Maman Colonelle informa que ella misma fue víctima de acoso por parte de uno de sus superiores. “Cuando las mujeres trabajan con hombres, no hay forma de evitarlo...“ Pasan segundos de silencio antes de que continúe hablando. “Si una mujer no dice sí y amén a todo, se le hace pagar por ello. Las mujeres debemos aprender a decir que no, también”. Pero el acoso en el lugar de trabajo no lo era todo. La Coronel Honorine hace tiempo que dejó de contar la frecuencia con la que sus órdenes eran cambiadas o simplemente ignoradas por el simple hecho de ser mujer. “Desde los niveles más altos de la jerarquía, se me ha tratado con mucha injusticia. Por ejemplo. En Kisangani arresté a criminales, violadores, y ordené que fueran entregados a la oficina del fiscal varias veces. Para mi gran sorpresa, sin embargo, me enteré de que mi jefe los había liberado durante la noche sin decírmelo. Esto me causó grandes problemas. Finalmente tuve que dejar la provincia en favor de otro lugar porque ya no podía trabajar con mi jefe“.
Maman Colonelle aprecia que en la República Democrática del Congo hoy en día se encuentran cada vez más mujeres en puestos de toma de decisiones. Cuando se le pregunta sobre las mujeres que la inspiran, enumera sin dudarlo nombres como la diputada Eve Bazaiba, la actual Presidenta de la Asamblea Nacional Jeannine Mabundal y la diputada Geneviève Inagosi, que también está comprometida con la lucha contra la violencia sexual.
¿Y el paso hacia una sociedad sin violencia sexual? A los ojos de Maman Colonelle, este sería en realidad bastante simple: “Las mujeres deben conocer sus derechos, defender los derechos de los más débiles y aplicar los artículos de la Resolución 1325”. Esto eliminaría la incertidumbre que inevitablemente hace más difícil el desarrollo del país.
Traducido del alemán por Mauricio Sánchez Cárdenas.