¿Quién paga la cuenta? Centroamérica y los costos de la crisis climática

Análisis

Centroamérica sufre las consecuencias de la irresponsabilidad del Norte Global ante el cambio climático.  Asumir el financiamiento de los daños por eventos climáticos es una obligación de las economías que históricamente se han beneficiado de las emisiones de carbono. 

A pesar de ser una de las regiones menos responsables de la crisis climática, Centroamérica sufre desproporcionada e injustamente a la hora de hacer frente a los daños y pérdidas provocados por los impactos climáticos.

América Central representa sólo el 0,3% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, y el 0,8% de las emisiones totales netas si se tiene en cuenta los cambios en el uso del suelo. Al mismo tiempo, la región es una de las más vulnerables ante los fenómenos meteorológicos extremos. En un contexto marcado por altos índices de pobreza, inseguridad, violencia y desigualdad, el cambio climático afecta negativamente la producción agrícola, aumenta la inseguridad alimentaria, repercute negativamente en la salud humana y crea migrantes climáticos. Dentro de las poblaciones más vulnerables en Centroamérica son las mujeres y las comunidades indígenas y afrodescendientes en zonas rurales las que reciben de manera desmedida el peso de estas secuelas.

Durante décadas, la respuesta internacional a esta crisis ha sido sistemáticamente irresponsable. El Norte Global evita aportar la parte que le corresponde del financiamiento climático para acciones de mitigación y adaptación, y se muestra hostil cuando se trata de afrontar su responsabilidad frente a los daños y pérdidas del cambio climático causado por sus emisiones históricas y actuales.

En la primera línea

El estrecho istmo de Centroamérica es una de las regiones "más expuestas" del mundo a los impactos climáticos. El último informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) señala que los fenómenos extremos ya están afectando a Centroamérica y Sudamérica y se prevé que se intensifiquen en los próximos años.  El informe identificó el incremento de las temperaturas y la sequedad, el aumento del nivel del mar, la erosión de las costas, la acidificación de los océanos y los lagos, y el aumento de la frecuencia y la gravedad de las sequías, como amenazas clave a las que se enfrenta la región.

El llamado “Corredor Seco Centroamericano” es una región que se extiende 1.600 kilómetros desde Guatemala hasta el norte de Costa Rica y se caracteriza por sus irregulares patrones de lluvia y su susceptibilidad a la sequía. De acuerdo con los resultados del informe del IPCC tanto la reducción de las precipitaciones y la alteración de las temporadas de lluvia están teniendo un gran impacto en los agricultores de subsistencia y comprometen la seguridad alimentaria dentro del corredor.

En Centroamérica, se estima que el 50% de sus habitantes vive bajo algún grado de pobreza. La amenaza que supone el cambio climático se ve agravada por la pobreza y la desigualdad. Por ejemplo, en los últimos dos años Honduras, El Salvador y Guatemala triplicaron el número de personas en situación de desigualdad alimentaria, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.

Impactos económicos

Los fenómenos climáticos extremos ya han causado miles de millones de dólares en daños en infraestructura en Centroamérica. Por ejemplo, el gobierno costarricense estimó daños y pérdidas por eventos climáticos extremos entre 2005 y 2017 en alrededor de $2200 millones de dólares en infraestructura, servicios y producción. En 2020, los huracanes Eta e Iota de categoría 4 y 5 causaron daños estimados en $738 millones de dólares en Nicaragua y $2.170 millones de dólares  adicionales en Honduras. 

Los impactos económicos provocados por el clima están teniendo un efecto devastador sobre los derechos, los medios de vida y el bienestar de quienes viven en Centroamérica. Por ejemplo, la agricultura rural, especialmente en la región del Corredor Seco, se ha visto azotada por fenómenos climáticos extremos y la alteración de los patrones de precipitación. En 2014, dos años de sequía consecutiva en Honduras provocaron una caída catastrófica del 95 por ciento en el rendimiento del maíz y una disminución del 87 por ciento en el rendimiento del frijol.

Los costes económicos de los daños y pérdidas generados por el clima en la región ya son considerables, y se prevé que sean mayores a medida que aumenten las temperaturas globales. Por ejemplo, el gobierno de Costa Rica ha estimado que para 2025, los daños por eventos extremos hidrometeorológicos y climáticos podrían sumar entre el 0,68% y el 1,05% del PIB del país en un escenario conservador, y entre el 1,64% y el 2,5% en un escenario de mayor riesgo.

Desplazamientos y desigualdad de género

La necesidad de desplazarse cruzando fronteras o dentro de su propio país afecta de manera desproporcionada a las poblaciones centroamericanas que viven en situación de vulnerabilidad, en particular en El Salvador, Guatemala y Honduras. Los países del norte de Centroamérica se encuentran entre las áreas más proclives a la migración impulsada por el cambio climático, ya que las sequías en el Corredor Seco y las tormentas tropicales se repiten con más frecuencia. La fragilidad de la situación se ve agravada por una serie de factores sociales, geopolíticos y económicos.

Las mujeres son quienes más sufren los impactos climáticos. Este desequilibrio está estrechamente relacionado con "la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza". Durante una catástrofe, las mujeres y niñas tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres y se calcula que ellas representan el 80 por ciento de las personas desplazadas.

Una respuesta internacional que falta

Hasta la fecha, la respuesta internacional para afrontar el cambio climático ha sido irresponsable, caracterizada por objetivos poco ambiciosos, financiamiento climático inadecuado de las naciones ricas y una oposición sistémica a afrontar las pérdidas y los daños.

El Informe sobre la brecha de emisiones de la ONU de 2021 mostró que, en su conjunto, los países del G20 no están en camino de lograr sus compromisos climáticos originales o revisados para 2030, y que el efecto agregado de los compromisos de mitigación revisados es insuficiente para cumplir los objetivos del Acuerdo de París.

Se espera que Centroamérica tenga uno de los mayores aumentos en las tasas de consumo de energía en los próximos años debido a su crecimiento económico. Por eso mismo, los países de la región requieren de mecanismos de financiamiento climático adecuados para facilitar la transición a un futuro justo con bajas emisiones de carbono. Sin embargo, investigaciones como la del World Resources Institute muestran que las naciones desarrolladas no están aportando de forma justa para cumplir el objetivo de $100.000 millones de dólares de financiación climática.

Aún más preocupante, el financiamiento de pérdidas y daños es inexistente, ya que las naciones ricas luchan arduamente para evadir cualquier tipo de reparación climática. Aunque el Acuerdo de París dedica un artículo entero a los daños y pérdidas, el párrafo 51 de la Decisión de la COP que lo acompaña afirma explícitamente que el artículo "no implica ni proporciona una base para ninguna responsabilidad o compensación". Esta es una medida injusta e inmoral que lesiona los derechos de las personas.

Los esfuerzos del grupo de países del G77 y China por crear un mecanismo de financiación de pérdidas y daños durante las negociaciones climáticas del año pasado fueron bloqueadas por Estados Unidos y otros países del Norte Global. En las negociaciones climáticas de Naciones Unidas de este año en Bonn, Estados Unidos, la Unión Europea y Suiza adoptaron una posición obstruccionista respecto al financiamiento para afrontar los daños y pérdidas.

Conclusión

En los próximos años, los países ricos deben cambiar de rumbo de sus modos de producción intensivos en el uso de carbono y con efectos nocivos para el medio ambiente a nivel mundial. Asimismo, el Norte Global deberá comprometerse a aportar el financiamiento para las labores de mitigación, adaptación y para afrontar los daños y pérdidas provocados por cambio climático. Estos últimos ya son una parte importante de la realidad económica de los países centroamericanos.

Los próximos meses son decisivos para las negociaciones de Naciones Unidas sobre daños y pérdidas. Mantener este tema en la agenda oficial de la próxima COP27 es la meta principal del Sur Global y sus aliados.

Los países en desarrollo están unidos en su reclamo por financiamiento para afrontar los daños y pérdidas por parte del norte global. Es necesario tener un espacio formal de negociación para romper con la irresponsabilidad de los países altamente industrializados dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y dar una respuesta justa a los daños y pérdidas. 

La sociedad civil de Centroamérica y del Sur Global lleva meses preparándose para dar apoyo técnico, por medio de investigaciones, trabajos de campo y capacitaciones a actores claves, y presionando para que sus gobiernos reclamen su derecho a un ambiente sano en la CMNUCC.  En La Ruta del Clima, estamos trabajando con otras ONG para presentar nuestros hallazgos durante la COP27 en Egipto sobre las pérdidas y daños que ya están ocurriendo en Honduras, El Salvador, Guatemala, y Costa Rica. A esta cumbre climática las voces de la sociedad civil llevan palabras de justicia y la convicción de que afrontar los daños y pérdidas es una obligación internacional sobre la base de los derechos humanos.