Manuel Escalante, como persona individual y profesional, se dedicó al estudio de los derechos a través de la protección del Estado, antes y desde su trabajo en el Instituto de Derechos Humanos de la UCA IDHUCA.
Demasiadas personas en el mundo no conocen los derechos humanos que poseen. Estos garantizarían, bajo total cumplimiento y en condiciones equitativas, un mundo diferente en paz, armonía y seguridad.
En contraposición, pocas personas se dedican a la defensa del cumplimiento de dichos derechos. Incluso gobiernos y sus maquinarias represivas se oponen a las garantías individuales que los derechos conceden y promueven, ya que en un mundo ideal, su concesión y protección permitirían el desmontaje de estructuras dedicadas a la desigualdad entre las poblaciones y al usufructo a través de la impunidad. Son justamente los sectores más vulnerables, como las mujeres, la diversidad sexual, la gente pobre, la niñez y la ancianidad, por mencionar algunos, quienes sufren en carne propia los agobios y el sufrimiento por la falta de cumplimiento de los derechos humanos.
Manuel Escalante, como persona individual y profesional, se dedicó al estudio de los derechos a través de la protección del Estado, antes y desde su trabajo en el Instituto de Derechos Humanos de la UCA IDHUCA. Se dedicó además a la promoción de los derechos, a la denuncia de derechos violentados, al análisis prospectivo de nuestro debilitada justicia nacional y regional… se dedicó a ser solidario, en tiempos de profundo egoísmo. Con una corta carrera, pero con profunda convicción, Manuel pudo mostrar en poco tiempo lo que una persona puede defender con carácter imperecedero. Su fallecimiento es una cuantiosa pérdida para lo que aún consideramos como ideales de nación desde la universalidad de los derechos humanos.
Las garantías que concede el respeto de los derechos humanos, se sostienen en la dimensión irrepetible de una persona. Una persona jamás podrá ser igual que otra, es excepcional y única, y son sus pensamientos hechas acción las que marcan infinitamente su legado. Como estamos en un mundo diverso, y así como hay personas indeseables, corruptas y tóxicas, así también existen personas que luchan toda su vida por lo que consideran justo, honorable y leal a los valores máximos de la humanidad. Estos valores incluyen justamente la protección a la vida en todas sus formas, estados y edades, al establecimiento de condiciones dignas para el sostenimiento de la vida, y al reconocimiento del respeto que cualquier expresión de vida merece. Son las acciones, es la praxis, más allá de teorías y palabras, las que nos definen. A Manuel lo definieron esos nobles ideales de justicia, de lucha contra la impunidad y la desigualdad, comprendiendo que las luchas se concretizan con una forma de vida coherente, con la vocación del servicio por los más necesitados, por las más vulneradas, por las personas más pobres y marginadas. Personas como Manuel son irrepetibles y su ausencia irreparable.
Manuel deja un legado en cada entrevista, en cada escrito, en cada interacción amable que le caracterizó. Deja un legado en su querida familia, en cada sonrisa atenta, en cada apoyo a sus colegas profesionales. Además de ser un gran amigo, un excelente profesional, y un compañero solidario, a Manuel se le extrañará en demasía por lo que representa para países como El Salvador: un país capturado por élites retrógradas, corruptas y decadentes, necesita urgentemente personas que luchen por ideales nobles, justos y solidarios. A Manuel no solo se le extrañará por su brillante intelectualidad, sino también por su generosa disposición a ayudar a quien más lo necesitara. A países como El Salvador, les dolerá siempre la ausencia de personas como San Óscar Arnulfo Romero, como María Julia Hernández, como Jon Cortina, como Sofía Escamilla y sus compañeras en COMADRES… la lista es demasiado larga y demasiado pequeña para un país siempre al borde del abismo.
Sepamos de antemano, que la ausencia de nuestra gente defensora de derechos, es un paso más hacia ese abismo. Y que, sin embargo, más allá de lo que ese abismo aguarda, siempre serán la luz que necesitamos, para guiarnos y seguir resistiendo en ese largo y angustioso camino hacia la utopía llamada solidaridad.
Gracias, compañero Manuel. Hasta la justicia siempre.