Ningún país está a salvo de COVID-19 hasta que todos los países estén a salvo de COVID-19. Para decir lo obvio: para superar una pandemia de esta magnitud las vacunas deben estar disponibles de forma rápida, barata y justa.
Nuevas vacunas han sido desarrolladas a un ritmo sin precedentes, financiadas con miles de millones provenientes de los presupuestos públicos. Ahora están disponibles, pero no hay aún una política global de vacunas que esté coordinada para lograr distribuirlas. Poner a libre disposición los conocimientos tecnológicos necesarios para la producción de vacunas podría, por fin, frenar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. También sería una fuerte señal de solidaridad y cooperación mundial.
Pero en cambio se está imponiendo el egoísmo de las vacunas: Estados Unidos primero, Europa primero. Los países industrializados se están asegurando vacunas para sí mismos mientras, al mismo tiempo, insisten en que las empresas farmacéuticas privadas cobren elevadas tasas de licencia por sus patentes de nuevas vacunas. Esto, sin embargo, está impidiendo que los mercados emergentes construyan urgentemente las capacidades de producción que se necesitan. Rusia, China e India, por su parte, están utilizando sus capacidades en materia de vacunas para ampliar estratégicamente sus esferas de influencia política, creando nuevas realidades geopolíticas que tendrán efectos sobre nosotros durante mucho tiempo.
Un abismo entre la aspiración y la realidad en la distribución de vacunas
Desde el comienzo de la crisis del COVID-19 los políticos nos han dicho una y otra vez que será necesario un esfuerzo colectivo para superar la pandemia. "Una pandemia global necesita soluciones globales y la UE tiene que estar en el centro de la lucha", anunció el pasado marzo el jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell. De hecho, poco después del estallido de la pandemia se creó un mecanismo internacional para combatirla. En abril de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Europea y Francia crearon el Acelerador del acceso a las Herramientas contra la COVID-19 (ACT) para conformar una amplia alianza de gobiernos, instituciones académicas y sociedad civil que hiciera accesibles a todos los países los diagnósticos y tratamientos de COVID-19, así como el desarrollo de vacunas. La plataforma del Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX) está diseñada para apoyar el desarrollo y la fabricación de las candidatas a vacunas contra la COVID-19, así como para negociar los precios. La idea básica es ofrecer un acceso rápido a las vacunas para los países en desarrollo, independientemente de su poder financiero. La función de COVAX es comprar dosis de vacunas a los fabricantes y asignarlas a todos los países que han declarado su participación en COVAX. En la actualidad, 190 de los aproximadamente 200 países del mundo participan en COVAX, incluidos 98 países más ricos y 92 países de ingresos bajos y medios, con la Unión Europea contribuyendo con un total de mil millones de euros.
"Necesitamos vacunas listas para usar que sean asequibles, estén disponibles y sean de libre acceso en todo el mundo"
Expresó la canciller Merkel en junio de 2020.
Actualmente se han desarrollado varias vacunas a un ritmo sin precedentes en la historia. Esto ha sido posible gracias a un esfuerzo transnacional constante por parte de los investigadores. Pero en la fase posterior de producción y distribución asistimos a un abismo entre una solidaridad de ‘boca para afuera’ y la realidad, orientada esta última de forma abrumadora hacia los intereses nacionales.
En un artículo, la periodista brasileña Eliane Brum expresaba su desconcierto ante los alemanes que rechazan una determinada vacuna y se niegan a vacunarse a raíz de las informaciones inexactas de los medios de comunicación y de la ineptitud del gobierno para manejar la situación:
"Los alemanes deberían ser conscientes de que es vergonzoso e inmoral querer elegir su vacuna en una pandemia fuera de control. A lo mejor el comportamiento de algunos alemanes no es más que un reflejo de los comportamientos de los gobiernos de los países ricos."
La exministra de Sanidad de Ruanda, Agnes Binagwaho, también tuvo un mensaje claro para la UE:
"Sean honestos y digan: 'Mi gente primero'. No nos mientan diciendo que somos iguales".
Según el Secretario General de la ONU, António Guterres, a finales de febrero de 2021, el 75% de la vacuna producida en ese momento estaba en manos de sólo diez países, mientras que más de 130 países aún no habían recibido ni una sola dosis.
La entrega de vacunas a través de COVAX se está acelerando, con envíos que llegan ahora a varios países de África y Asia. A finales de febrero, Ghana se convirtió en el primer país del mundo en recibir 600.000 dosis mediante este sistema. Para finales de año, Ghana espera tener un total de 2,4 millones de dosis para su población de 30 millones. La población de Filipinas está aún peor: hasta ahora el país ha recibido 500.000 dosis de vacunas a través de COVAX para sus más de 100 millones de habitantes. La mayoría de los Estados miembros de la Unión Africana aún no tienen ni siquiera una vacuna por persona. A modo de comparación: Canadá ha pedido nueve dosis por habitante, el Reino Unido siete dosis por habitante.
Asegurar las esferas de interés e influencia
Hasta ahora India, China y Rusia, en particular, han suministrado a los países del Sur Global grandes cantidades de sus vacunas, guiados principalmente por su política exterior y sus prioridades económicas.
Esto es muy evidente en Sudamérica, donde Rusia y China han ampliado considerablemente su presencia en los últimos veinte años. La vacuna "Sputnik V" de Rusia es una gran oportunidad para que el país desmienta la percepción de que sólo tiene petróleo, gas y armas que ofrecer. La venta de la "Sputnik-V" supone, por tanto, un impulso considerable para el prestigio político y económico de Rusia. El desarrollo previsto de la producción conjunta de vacunas con Brasil es otra oportunidad para que Rusia vitalice las relaciones bilaterales. Después de todo, Brasil se presenta a las elecciones presidenciales de 2022.
China también está aprovechando la oportunidad de mejorar su reputación en América Latina y asegurarse el control de una parte de los mercados de vacunas.
En total, China ha suministrado más de 80 millones de dosis de vacunas a otros países. Casi la mitad de ellas fueron a Indonesia, que se supone se convertirá en un centro regional de producción de vacunas. Indonesia es el país del sudeste asiático más afectado por esta pandemia. Los dos países también están conectados por una asociación estratégica y por estrechos lazos económicos. Indonesia es un socio clave en la "Iniciativa de la Franja y la Ruta" de Bijing, y actúa como "intermediario honesto" en la disputa marítima entre China y otros estados litorales en torno al Mar de China Meridional. En su rivalidad geopolítica regional con China, India también está aprovechando su potencial como centro de vacunas, exportándolas principalmente a países vecinos como Bangladesh, Sri Lanka, Bután y las Maldivas. En particular, la diplomacia de las vacunas de India podría ayudar a reparar su relación con su vecino Nepal, la cual se había deteriorado considerablemente por una disputa fronteriza el año pasado. Desde 2019, China ha estado trabajando en su acercamiento a Nepal. Fuera de Asia, India ha suministrado 1,5 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca a Sudáfrica en virtud de un acuerdo bilateral. Aparte de los factores puramente económicos, este acuerdo también fue impulsado por el hecho de que en Sudáfrica viven más de un millón de indios, lo que convierte al país en la mayor diáspora india del mundo.
La diplomacia de las vacunas significa, pues, que algunos países emergentes y en vías de desarrollo, sin capacidad de producción propia, pueden obtener vacunas más rápidamente, y en condiciones especialmente favorables, de sus vecinos amigos o de sus aliados políticos. Hasta aquí, todo bien.
Sin embargo, esta práctica de asegurar esferas de influencia deja atrás a demasiados países de América Latina, la región de Oriente Medio y Norte de África, donde el virus y sus mutaciones seguirán propagándose sin control.
México, por ejemplo, uno de los países más ricos y estratégicamente más importantes de América Latina, está en el lado ganador: está recibiendo envíos de India, Rusia y China al mismo tiempo. Los países pobres de Centroamérica, sin embargo, tienen que esperar en la cola del COVAX, al igual que gran parte del África subsahariana. Guatemala y Honduras se beneficiaron de su decisión de trasladar sus embajadas a Jerusalén y ya han recibido vacunas de Israel.
Las vacunas como moneda política de cambio
La diplomacia de las vacunas es un fenómeno nuevo y polifacético. Está quedando claro hasta qué punto es, a la vez, un espejo y una lupa: reflejando e intensificando las tensiones internacionales y los conflictos regionales existentes. También muestra cómo China no se salta ninguna oportunidad para asegurar su influencia. Las vacunas están siendo instrumentalizadas para obtener beneficios políticos. Las enemistades políticas, como las existentes entre India y Pakistán, tienen secuestrada a la población, obstruyendo un suministro rápido y eficaz de vacunas. Según informes recientes, Pakistán va a recibir la vacuna india a través de COVAX, pero mucho más tarde que otros países de la región.
Las vacunas son moneda de cambio. En diciembre, por ejemplo, el presidente filipino Rodrigo Duterte amenazó con poner fin a un acuerdo militar con Estados Unidos si no entregaban millones de dosis de vacunas: "si no hay vacunas, no hay estancia aquí". El sistema sanitario del país del sudeste asiático está al límite desde hace tiempo. Ante las feroces críticas en su país por los retrasos en la adquisición de vacunas, Duterte trató de sacar ventaja en una estratagema política en torno al acuerdo militar de visitas de Fuerzas Armadas con EE.UU., con la esperanza de asegurarse ambas vacunas y anotarse una victoria diplomática. Ambas cosas fracasaron: no hubo vacunas de Estados Unidos. Sólo después de que Duterte cumpliera su amenaza en febrero, cancelando el acuerdo con EE.UU., Filipinas recibió la vacuna china Sinovac, meses más tarde que otras naciones del sudeste asiático, a pesar de que el país sufrió el segundo mayor número de infecciones y muertes en la región. En lugar de proporcionar una solución rápida, el juego político con la vacuna ha retrasado aún más la lucha contra el virus.
La entrega de la vacuna a una Siria devastada por la guerra y la pandemia se negoció como parte de un intercambio de prisioneros con Israel. Rusia hizo que Israel pagara la vacuna al régimen de Assad por la entrega de una ciudadana israelí que había cruzado la frontera con Siria. Pero el envío únicamente irá a las zonas controladas por el régimen. Basándose en la experiencia pasada, es de esperar que, como todas las demás formas de ayuda humanitaria, las vacunas se entreguen primero a los leales y luego se vendan en el mercado negro. No hay esperanza para una justicia frente a las vacunas en Siria.
El control de la pandemia no debe dejarse a los caprichos de la política de intereses
En ausencia de una política internacional coordinada —y justa— en materia de distribución de vacunas, el modelo que se ha establecido en los últimos meses se basa meramente en preferencias económicas y políticas.
Sin embargo, en una pandemia de esta magnitud, cuanta más gente se vacune más probabilidades habrá de hacer retroceder la enfermedad, independientemente de quién produzca las vacunas y dónde, y de si los receptores son aliados o rivales.
Pero en cambio la situación es otra: las vacunas se utilizan cada vez más para establecer dependencias políticas a largo plazo en la competencia geopolítica, especialmente en los países que no pueden producir sus propias vacunas. De este modo se contrapone una emergencia de salud humana a un beneficio político.
Sin embargo, hay algunos ejemplos de cómo los enfoques solidarios pueden funcionar en tiempos de necesidad. Jordania no tiene muchas vacunas para repartir, y sin embargo es el único país de la región con una estrategia de vacunación inclusiva que también atiende a los refugiados. A mediados de enero, Jordania se convirtió en uno de los primeros países del mundo en poner en marcha un programa integral y gratuito de vacunación contra la COVID-19 para refugiados y solicitantes de asilo.
El gobierno de Colombia ha decidido conceder el estatus de protección temporal a cerca de un millón de migrantes venezolanos, lo que también les permitirá acceder a servicios básicos, como la asistencia sanitaria y la vacuna COVID-19.
Estados Unidos y Europa primero
Mientras tanto, EE.UU. y la UE compiten para superarse mutuamente en el proteccionismo de las vacunas.
En EE.UU. existen estrictas restricciones a la exportación de vacunas: las empresas farmacéuticas nacionales están obligadas a entregar sus suministros principalmente a Estados Unidos. Dada la situación interna, todavía muy grave, del COVID, la estrategia del gobierno estadounidense es comprensible, y Joe Biden necesita ganar puntos políticos internos. Pero el principio de "América primero" hace que se acaparen grandes cantidades de vacunas por precaución en lugar de exportarlas, al menos en menor cantidad, a los países vecinos que las necesitan.
La UE, según datos de principios de marzo, ha exportado 34 millones de dosis a 31 países, de los cuales nueve millones fueron al Reino Unido, tres millones a Canadá y México, y dos millones a Japón, lo que significa que la mayoría de sus exportaciones fueron a países que producen sus propias vacunas o pueden permitirse comprarlas a precio de mercado. Por lo tanto, las palabras de la UE sobre la solidaridad y la justicia están lejos de cumplirse.
Aparte de la iniciativa COVAX, las naciones industrializadas no han ofrecido mucho a los países del Sur Global hasta ahora. Y las cantidades de vacunas distribuidas a través de COVAX están lejos de ser suficientes para proporcionar una cobertura adecuada a los países densamente poblados del Sur Global. Las contribuciones más bien generosas de Alemania y la UE a COVAX no pueden ocultar el hecho de que Europa se ha quedado rezagada en materia geopolítica, dejando a China y Rusia a la cabeza. Por otra parte, la obstinada negativa de algunos gobiernos a suspender, al menos temporalmente, las patentes de vacunas para remediar la crisis de suministro, hace que las contribuciones a COVAX parezcan una forma de indulgente comercio moderno, diseñado para asegurar un sistema de intereses empresariales privados y perpetuar los desequilibrios de poder existentes.
Pero al hacerlo están perdiendo de vista un desafío central: la capacidad de acción y funcionamiento del orden social occidental se mide también por lo bien que se pueda apoyar al Sur Global en su lucha contra la pandemia, proporcionando vacunas en consonancia con sus propias reivindicaciones morales: el orden liberal-democrático es puesto a prueba porque este, literalmente, no viene cumpliendo.
Suspender las patentes: promover la transferencia de tecnología
En los próximos meses el mundo se enfrentará a un doble reto extraordinariamente exigente: debemos emprender iniciativas coordinadas para producir suficientes vacunas con las cuales se pueda hacer frente a la crisis mundial. Al mismo tiempo debemos establecer condiciones de suministro que faciliten una distribución segura y justa. Esto sería, sin duda, un gran logro a nivel logístico, pero también una prueba de si la promesa de una distribución justa —incluso a nivel mundial— fue alguna vez pensada en serio. Ambos procesos deben darse en paralelo.
La manera más eficaz y sostenible de hacerlo es suspender temporalmente las patentes de las vacunas y compartir los conocimientos tecnológicos necesarios para su producción. Esto fue exactamente lo que India y Sudáfrica solicitaron en la OMC en octubre del año pasado. La UE, Estados Unidos, Suiza y Japón, presionados por sus empresas farmacéuticas, rechazaron firmemente esta propuesta. El resultado es que todavía no se ha podido aprovechar el potencial de producción mundial para llegar a una solución global. En un llamamiento conjunto, cientos de legisladores europeos (eurodiputados y diputados nacionales) piden ahora a la Comisión Europea y a los Estados miembros de la UE que reconsideren su oposición a la propuesta india y sudafricana.
Aunque una parte sustancial del desarrollo de vacunas ha sido y sigue siendo financiada por subvenciones directas de los gobiernos o por préstamos financiados con fondos públicos, el afán de lucro de las empresas farmacéuticas sigue teniendo, por desgracia, prioridad sobre el bien común mundial. Esto no sólo es miope, sino también cínico y éticamente irresponsable. Esta cruda política de intereses dañará gravemente la credibilidad de la base de valores que los países industrializados occidentales invocan con tanta frecuencia.
Otra forma de impulsar rápidamente la producción de vacunas sería la producción a gran escala bajo licencia, una solución que actualmente impulsa la nueva jefa de la OMC, la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala. Para ello, todos los grandes fabricantes de vacunas tendrían que conceder licencias para producir sus vacunas a otros países.
Hasta ahora, sin embargo, los países industrializados siguen refiriéndose únicamente a la iniciativa COVAX como su acto central de solidaridad multilateral. Sin embargo, COVAX utiliza dinero público para comprar vacunas que fueron desarrolladas, en primera instancia, con financiación pública.
Además, los países industrializados están arrasando el mercado comprando las vacunas que en realidad estaban destinadas a los países más pobres, como vacunas COVAX, una práctica que el jefe de la OMC condenó acertadamente. Por lo tanto, un aumento de la financiación difícilmente tendría un efecto significativo mientras las capacidades de producción permanezcan inalteradas. Es por ello que cualquier esfuerzo para aumentar la financiación de COVAX debe ir acompañado de la supresión de las patentes o de la concesión de licencias forzosas.
La velocidad es esencial, dada la dimensión mundial de esta pandemia así como el aumento de la amenaza de mutaciones en los países en los que la vacunación no está disponible. Por eso debemos superar ahora mismo los intereses particulares, nacionales y económicos, o la pandemia se prolongará durante muchos años, a un precio que no podremos soportar.
Este artículo se publicó por primera vez en boell.de.