Mayerlis Angarita, activista colombiana de los derechos de las mujeres y de los derechos humanos de la región de los Montes de María, es fundadora de la organización Narrar para vivir. En 2018 fue galardonada con el Premio de Mujeres Anne Klein.
Este artículo hace parte de nuestro dossier "Sin mujeres no hay paz: 20mo aniversario de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre las mujeres, la paz y la seguridad".
Criada en el seno de una familia católica, desde niña sintió la necesidad de romper con los estereotipos de género: a los cinco años ella misma se cortaba el cabello porque quería tenerlo corto; jugaba fútbol y, contrariando el deseo de su padre, quien siempre quiso que estudiara para ser secretaria, siempre soñó con ser abogada.
A inicios de 1995, cuando iba a cumplir 15 años, los paramilitares desaparecieron a su madre, Gloria Robles Sanguino. Pocos meses antes de la desaparición de su madre, hombres del Frente comandado por el exjefe paramilitar alias “Juancho Prada” secuestraron a su tío, lo torturan y lo asesinaron. Su papá decidió mudarse a otro pueblo con sus hijos. Víctimas del desplazamiento, Mayerlis y su familia tuvieron que empezar desde cero. Después de una etapa de mucho dolor, ante la imposibilidad de contarle su historia a alguien porque en esos años a los desplazados se les estigmatizaba, Mayerlis conoció la Red Nacional de Iniciativas por la Paz y contra la Guerra (Redepaz) y empezó a trabajar en procesos de construcción de paz.
Pero lo que la impulsó a crear Narrar para vivir fue la masacre de El Salado ocurrida entre el 16 y el 21 febrero del 2000. Mayerlis hizo parte de la comisión humanitaria que entró a El salado una semana después de la masacre. Tenia 19 años y, a pesar de haber vivido siempre en medio del conflicto armado, nunca había visto tanta barbarie: “La gente de El Salado no ha superado el dolor porque no ha habido un acompañamiento. A ellos les pueden dar casas, carreteras, les pueden dar su reparación, pero al Estado se le ha olvidado que hay que sanar las heridas”.
Después de la desaparición de su madre, esta experiencia fue un nuevo parteaguas en su vida: “Yo regresé de El Salado, llegué al hotel, me arrodillé, lloré y le pedí perdón a Dios. Y dije: Dios mío perdóname por haber renegado, por haber creído que lo que me pasa a mí es lo peor. Yo te doy gracias por estar viva, gracias por haberme dado la fuerza y desde hoy no voy a tenerme más pesar y no voy a pensar más en que me voy a matar o en que me maten”.
Construir la paz en medio del conflicto armado
Un mes después de la masacre de El Salado, el 26 de marzo del 2000, Mayerlis creó la organización Narrar para vivir, como una estrategia de resistencia pacífica de las mujeres sobrevivientes del conflicto; como una forma de superar el dolor y los duelos postergados. A través de la metodología de la “narrada”, las mujeres organizaban ollas comunitarias e iban narrando su dolor: “Nos reuníamos en los patios de las casas y comenzábamos a construir paz, es que las mujeres somos constructoras de paz desde hace años”. Por eso Mayerlis cree que es una buena noticia que se conmemoren los 20 años de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pues se trata del primer documento legal que obliga a que se respeten los derechos de las mujeres en medio del conflicto armado, pero, sobre todo, a que hagan parte de la construcción de la paz, algo que Narrar para vivir viene haciendo desde hace 20 años.
La resolución 1325 es la que permitió que las mujeres pudieran participar en las negociaciones de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc. En el caso colombiano, esta fue fundamental para que, en el 2013, numerosas organizaciones de mujeres le exigieran al gobierno colombiano nombrar dos plenipotenciarias en el proceso de paz. Narrar para vivir, además de haber estado en una de las delegaciones de víctimas que viajó a La Habana, también hizo parte de las 18 organizaciones que presentaron propuestas y recomendaciones a la Subcomisión de Género, grupo encargado de construir el enfoque de género en el Acuerdo final. Narrar para vivir hace parte también de la Instancia Especial que garantiza el enfoque de género en la implementación del Acuerdo.
“La indiferencia mata más personas que las balas”
Se piensa que los actores armados son los únicos que hacen daño, pero para Mayerlis el mayor obstáculo para ejercer el liderazgo social es la indiferencia. Hay personas en las mismas comunidades que no entienden cuál es la labor de los líderes y las lideresas sociales y los estigmatizan. La cultura patriarcal está tan arraigada que se cree que si una mujer ejerce el liderazgo es porque no quiere a sus hijos. Es precisamente esta cultura patriarcal la que hace que formar a una lideresa sea más difícil que formar a un líder. Las mujeres que hacen parte de Narrar para vivir han sufrido más de 46 agresiones. Mayerlis ya ha sufrido tres atentados: en el 2012; en el 2015, en plena campaña política y, el más reciente, en el 2019. Por eso Mayerlis siempre ha dicho que la protección debe ser diferenciada, que las garantías y las medidas de protección para las lideresas son diferentes a las de los líderes. Para ella seguridad significa “que se garantice de manera integral nuestro derecho a defender los derechos”.