En el Movimiento Ecofeminista reconocemos que la naturaleza también tiene derechos, aunque estos no estén reconocidos en la carta magna de nuestro país. Comprendemos que tales derechos están íntimamente relacionados con el territorio, con el cuerpo mismo y con los derechos humanos. Sobretodo reconocemos que hay paralelos entre la violencia ejercida en las mujeres y la dominación de la naturaleza por parte del modelo económico, el cual, es solamente “funcional” partiendo de la premisa que los “insumos” que aportamos al sistema, las mujeres en el sostén de la vida principalmente y la naturaleza, no son valorados o reconocidos.
Evaluar la crisis ambiental en El Salvador también vuelve necesario fijar el análisis en la crisis social, política, cultural y económica puesto que existe un vínculo entre cada temática que resulta difícil dejarlo de lado. No es nuevo comentar que en este país de poca extensión territorial, con más o menos 300 habitantes por kilómetro cuadrado que demandan vivienda, alimentación, agua, trabajo, salud, educación, seguridad, etc., etc., con una política pública débil; con un Estado secuestrado por grandes transnacionales y con una economía sustentada en deuda externa e interna, todo está colapsando.
Si nos enfocamos brevemente en la crisis ambiental resulta alarmante el nivel de deforestación que año con año va aumentando, al punto de colocarnos en el país de C.A. con menor cobertura vegetal. Esto ha desencadenado una serie de perturbaciones ecológicas, como el deterioro de las capas freáticas que alimentan los pozos y fuentes de agua a raíz de la reducida infiltración de agua lluvia. Además, la alta contaminación de las aguas superficiales la hacen no apta para el consumo humano. Esta realidad hace posible que El Salvador llegue muy pronto a un estrés hídrico, y con ello a un estrés social todavía más complejo. Por otra parte, hay pérdida de la biodiversidad, pérdida de capacidad para filtrar el CO2 y otros elementos nocivos que emana la industria y que desencadenan múltiples contaminaciones atmosféricas.
Agreguemos a esta crisis los efectos del cambio climático que han heredado las grandes potencias económicas de Norteamérica y Europa principalmente, donde países pobres como El Salvador ya evidencian los desastres en la pérdida de alimentos, incendios forestales, aparecimiento de nuevas enfermedades vinculadas a vectores que han aumentado en población, entre otros. Es de señalar que estas valoraciones sobre la crisis ambiental se quedan cortas, ya que no discutimos el problema de los desechos sólidos y líquidos que al igual que la deforestación aumenta diariamente y resultan en fuertes impactos en la salud y vida de las mujeres. Tampoco reflexionamos sobre la producción y uso desmedido de agroquímicos, que también han degradado los suelos, y han sido los causantes de enfermedades crónicas y de hasta muerte.
A pesar de la delicada situación y del total conocimiento del Estado Salvadoreño, los permisos de autorización para megaproyectos extractivistas de bienes naturales, solicitados por transnacionales, continúan aumentando sin importar la degradación socioambiental. Vulnerando derechos esenciales y afectando de manera diferenciada a hombres y mujeres. Está claro que tal situación agudiza la pobreza, la salud de la población; donde ya lo hemos mencionado, las mujeres son las mayormente afectadas por su rol histórico de las actividades del cuidado, son ellas las que deben garantizar la energía, el agua y la alimentación de sus familias. Y son las actividades del cuidado, las que sostienen la vida las que dependen directamente de los bienes naturales que hoy se encuentran en riesgo de desaparecer.
Lo anterior es un escenario tangible de opresión sádica de la madre tierra, por parte de un modelo depredador de la vida, que ha generado aglutinamiento social e ir a su defensa. Los defensores y defensoras ambientales crecen en los territorios, se fortalecen, aprenden y demandan al Estado salvadoreño. Demandan acciones y políticas públicas que permitan un verdadero desarrollo sustentable.
Es este contexto surge un nuevo grupo de resistencia liderado por mujeres ambientalistas. Un grupo de mujeres luchadoras socioambientales. El 5 y 6 de Julio del año 2018 se declaró la conformación del Movimiento Ecofeminista de El Salvador, un movimiento integrado por diversas mujeres que han estado al frente de las luchas por la defensa de la naturaleza. El movimiento nace con el firme propósito de convertirse en una herramienta que visibilice los aportes de las mujeres ambientalistas en las diversas luchas a nivel nacional e internacional, contra un sistema económico patriarcal e imperialista. Nace con la intención de visibilizar las luchas que se realizan desde los territorios, la academia y la política, pero sobre todo las luchas que realizan las mujeres desde sus espacios y tareas del sostén de la vida.
Nadie puede negar que la gran batalla dada y ganada alrededor de la Ley de prohibición de minería metálica en El Salvador tuvo ROSTRO DE MUJER, que los más de 15 años que se llevan luchando en las calles y territorios por una Ley de regulación de agua, justa e igualitaria; también ha tenido y seguirá teniendo el sello de MUJER. Sin embargo, estas miles de mujeres que vienen de los territorios más lejanos y abandonados del país, que caminan bajo la oscuridad y el frío de la madrugada, que han tenido que trabajar doblemente el día anterior en sus tareas domésticas para por cumplir con un solo propósito: marchar en las calles de San salvador y hacer oír sus demandas. Estas mujeres continúan siendo INVISIBLES, marginadas y excluidas.
¿Por qué Ecofeministas?
Reconocemos que en El Salvador existen un importante número de grupos feministas, que luchan por los derechos de mujeres que están en condiciones de vulnerabilidad y que su compromiso e incansable lucha han aportado a la transformación social y económica de nuestro país, así como, su aporte a la creación y/o modificación de políticas públicas que han generado cambios sustanciales en pro de la vida de las mujeres y la sociedad salvadoreña en general.
En el Movimiento Ecofeminista reconocemos que la naturaleza también tiene derechos, aunque estos no estén reconocidos en la carta magna de nuestro país. Comprendemos que tales derechos están íntimamente relacionados con el territorio, con el cuerpo mismo y con los derechos humanos. Sobretodo reconocemos que hay paralelos entre la violencia ejercida en las mujeres y la dominación de la naturaleza por parte del modelo económico, el cual, es solamente “funcional” partiendo de la premisa que los “insumos” que aportamos al sistema, las mujeres en el sostén de la vida principalmente y la naturaleza, no son valorados o reconocidos. Esto lleva a un abuso indiscriminado de las mujeres y de la naturaleza. Por tanto, se requiere un análisis y una comprensión profunda de los vínculos que hay de dominación entre la naturaleza y las mujeres. Es importante dimensionar y explicar cómo el sistema patriarcal sobreexplota a la naturaleza al tiempo que busca el dominio absoluto de las mujeres.
El movimiento Ecofeminista salvadoreño ha iniciado camino
Caminamos siguiendo el importante legado que nos dejan todas las mujeres que ya han caminado y siguen caminando por la defensa de las mujeres, los territorios y los bienes comunes. Probablemente algunas personas dirán que es otro movimiento feminista o ambientalista más, pero lo que sí es cierto es que es una bandera de lucha que hay que levantar. Ese es el llamado del Movimiento Ecofeminista: levantar la bandera autónoma que exija una transformación hacia una sociedad que reconozca la interdependencia de los seres vivos y la no hegemonía del humano sobre la naturaleza. Que demande un alto a las empresas extractivas que someten a los territorios y los cuerpos de las mujeres, un movimiento que reafirmando que lo económico no es el fin sino más bien el bienestar colectivo, espiritual, cultural y de la naturaleza, y, principalmente que visibilice que las lucha por los derechos de las mujeres y la defensa de los territorios y ecosistemas va de la mano.
En este caminar, el movimiento se abre a las múltiples cosmovisiones y filosofías que bajo diferentes enfoques reconocen los derechos de la naturaleza. Respetando estas diferentes visiones busca construir un enfoque Ecofeminista plural, sabiendo que las luchas no las gana una sola mujer, sino cientos de miles, con claridad de la propia realidad salvadoreña, y la de países centroamericanos con quienes se comparte la misma violencia de derechos humanos, cultura ancestral, luchas sociales, y sueños de construcción de sociedad sustentable.
En este caminar, las mujeres del movimiento nos hemos encontrado con otras que luchan y resisten al modelo de sometimiento patriarcal y extractivista de países como Honduras, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, etc.; en las que se encuentran mujeres de pueblos originarios, académicas, agricultoras, amas de casa, estudiantes. También nos hemos encontrado con grandes teóricas de corrientes feministas y ecofeminismo, como Yayo Herrera, Tita Torres de Costa Rica, Dayana Corzo de Colombia, Lorena Cabnal de Guatemala, Violeta Rocha de Nicaragua, entre otras; quienes tienen una amplia visión constructivista y transformadora de feminismos y ecofeminismos.
¿Qué retomamos de nuestros diálogos feministas y ecofeministas?
Yayo Herrera sostiene que solo un encuentro entre las miradas ecologista y feminista pueden contribuir a alumbrar otro paradigma que sitúe en el centro de interés la conservación de una vida humana digna y compatible con la naturaleza. Mientras tanto Tita Torres profundiza un poco más y plantea que la vida del planeta se sostiene sobre la base del cuidado que es un trabajo no pagado, que el trabajo doméstico es realmente el que sostiene la economía del país, pero qué es devaluado por el mercado del modelo patriarcal.
Lorena Cabnal nos compartió su intensa lucha comunitaria, y nos habló de los feminismos en plural. Orgullosa de su origen maya-xinka, mantiene su cosmovisión indígena y desde allí plantea la necesidad de luchar por defender el territorio cuerpo como el territorio tierra. Lorena sostiene que el patriarcado ancestral originario ocurrió varios miles de años antes, pero se mantenía una armonización con la red de la vida que actualmente se ha roto. Esta se rompió con la llegada de los hombres europeos durante la colonización, quienes trajeron una interpretación de la vida diferente, un patriarcado occidental, con la religión, el pecado, la virginidad, el matrimonio. Trajeron además un patriarcado africano con los y las esclavas y un modelo económico con la propiedad privada y la mercantilización de los cuerpos y la naturaleza.
Dayana Corzo nos explica con claridad cómo el modelo económico patriarcal ejerce presión sobre la naturaleza y como de la misma manera lo hace con el cuerpo de las mujeres. Para Dayana, el ecofeminismo reconoce las maneras en que la naturaleza se ha visto afectada por actividades antrópicas que responden a un sistema económico macro que protege intereses de pequeños grupos privilegiados, sin importar que estos intereses van en detrimento de ecosistemas y poblaciones que tienen sus propias costumbres, formas de vida y economía. De igual manera hace la relación de cómo el sistema económico además del acaparamiento de la tierra, hace una réplica similar al trato que históricamente han tenido las mujeres, como derecho privado.
Violeta Rocha teóloga nicaragüense nos compartió su visión sobre el feminismo a la luz de la teología, haciendo reflexiones de cómo la mujer es juzgada bajo la lupa de la palabra de Dios y de la iglesia. Sobre la cual existen dos corrientes teológicas feministas, la primera cuestiona hasta las bases mismas de la autoridad de toda la cultura judeo-cristiana; la segunda cuestiona algún esquema de estructura general de la teología y propone una nueva hermenéutica a través de una nueva renovación de las ciencias bíblicas.
Las autoras nos impulsan con sus planteamientos a que, desde la realidad de nuestros territorios y nuestra cultura, construyamos un paradigma Ecofeminista propio, de manera que sea el horizonte a seguir y poder dar aportes a la construcción de un modelo sustentable de desarrollo, que no atente contra la vida de la madre tierra y de las mujeres.
En el movimiento estamos claras que la corriente Ecofeminista no es un término nuevo en El Salvador, pero somos pocas las que buscamos aplicar teoría y práctica para fortalecer la capacidad de mujeres en condiciones de vulnerabilidad, de manera que comprendan los significados que existen entre la subordinación de las mujeres y la explotación de la naturaleza. Para resistir juntas al modelo patriarcal de dominación, pero al mismo tiempo dar respuestas a la crisis ambiental de El Salvador.
Finalmente, no queda más que hacerte un llamado a involucrarte a incorporarte a este movimiento a levantar esta bandera para que en el pensamiento colectivo crezca la indignación por el reconocimiento del sometimiento que aún pesa sobre las mujeres y la naturaleza, llamarte a que te unas a exigir el cumplimiento y respeto de los derechos de la naturaleza y las mujeres. A exigir un cambio de paradigma en los conceptos de territorio y de “desarrollo”, a reafirmar que lo económico no es el fin sino más bien el bienestar colectivo, espiritual, cultural y de la naturaleza.
Declaración Fundacional Movimiento Ecofeminista de El Salvador
Notas al pie de página.
1. Activista política de origen español, antropóloga e ingeniera agrícola, reconocida ecologista directora de la fundación FUHEM
2. Ana Felicia (Tita) Torres R. Responsable de Formación y Producción de Conocimiento en Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna.
3. Feminista comunitaria maya-xinka de Guatemala que fue expulsada de su comunidad por denunciar la violencia sexual y los femicidios. Después de haber sufrido la violencia en su propio cuerpo durante su infancia, Cabnal se organizó junto a otras indígenas para concienciar a niñas y mujeres de la necesidad de frenar los abusos