Analistas guatemaltecos coinciden que la actual crisis política e institucional en Guatemala vence fronteras y no se trata únicamente de destituir a funcionarios de alto nivel en dicho país, sino “de destruir a los corruptos para depurarlos de la lista de funcionarios que delinquen a costa de fondos públicos”.
En Guatemala la crisis institucional ha provocado la destitución de funcionarios de alto nivel y los inconformes con el actual gobierno siguen sumándose
de Laura Bernal, Contrapunto
Analistas guatemaltecos coinciden que la actual crisis política e institucional en Guatemala vence fronteras y no se trata únicamente de destituir a funcionarios de alto nivel en dicho país, sino “de destruir a los corruptos para depurarlos de la lista de funcionarios que delinquen a costa de fondos públicos”.
Helen Mack es activista guatemalteca de la Fundación Myrna Mack y desde sus antecedentes con el fortalecimiento de la justicia y la seguridad en su país, asegura que es cuestión de poco tiempo para que el gobierno quede en total ilegitimidad “si no toman acciones inmediatas”.
El cansancio social en Guatemala colapsó cuando el pasado 16 de abril, la Fiscalía guatemalteca y la Comisión Internacional contra la Impunidad pusieron al descubierto la existencia de una red de funcionarios y particulares que defraudaron al fisco por millones de dólares. Desde entonces diversos sectores exigen su renuncia, castigo y prisión.
Si bien, algunos analistas en el Debate Café "Guatemala ante la crisis política e institucional", organizado por la Fundación Heinrich Böll en alianza con Diario Digital ContraPunto, interpretan los actuales acontecimientos en Guatemala como una crisis que ha expresado la inconformidad social a flor de piel, hay otros que piensan lo contrario.
Alejandra Gutiérrez Valdizán, del Periódico Plaza Pública, de Guatemala, comenta que si de hablar de crisis se trata, “Guatemala es un país sísmico, acostumbrado a los cambios y ciertamente es una crisis más de conciencia social en la clase media de las zonas urbanas”.
Las últimas protestas sociales en el país centroamericano han reunido aproximadamente a 50 mil habitantes, desde empresarios, académicos y miembros de iglesias hasta defensores de los derechos humanos y de la diversidad sexual.
El representante guatemalteco de la Fundación INTERPEACE, Francisco Jiménez, coincide con Gutiérrez y asegura que no es precisamente una crisis institucional la que sacude al país centroamericano, pero sí se trata de un rompimiento estructural.
“Claro que es una crisis porque la gente sale a las calles a exigir cambios de manera inmediata, y esto implica crisis en salud, seguridad social, personas asesinadas. Un daño a terceros, pero esto es parte de una lógica patrimonialista: yo hago del Estado lo que quiera”, dice el analista al proyectar más hacia una crisis social.
Foto: Jessica Orellana, Periódico Digital Contrapunto El Salvador
En cambio para Luis Mack, investigador de FLACSO Guatemala, es aceptable considerar los hechos actuales como una crisis institucional, pues es claro que el sistema tocaría fondo porque no contemplaba mecanismos para resistir a los cambios profundos.
“Desde la década de los ochenta hubo una transición que secuestró la democracia. Y para ahora se necesita una re estructuración profunda del Estado. El modelo de transición generó reglas que ya colapsaron. No hay sector que sepa cómo salir de la crisis, así como seguimos las elecciones que vienen no son la solución. Tenemos otros cuatro años de crisis”, señala.
Precisamente en septiembre de este año Guatemala se prepara para sus próximas elecciones presidenciales, pero los mensajes de rechazo para los políticos que quieran participar en las urnas tampoco se ha hecho esperar.
Protestantes guatemaltecos han dirigido una campaña contra el candidato presidencial Manuel Baldizón, que lleva el lema "le toca". Los manifestantes han reflejado su malestar sobre ésta por medio de carteles que afirman: "No te toca" (Baldizón).
De acuerdo a los ponentes en el Debate Café, hay un escenario de “rompimiento constitucional” que no puede obviarse en víspera de posibles reformas al sistema electoral en el país; sin embargo, aunque todo mundo hable del tema, agregan que es la misma sociedad que está dividida con distintas posturas.
Y si bien las reformas podrían ser uno de los caminos más viables, Helen Mack reconoce que no se trata únicamente de un problema de legislación, sino de aplicación. Y es precisamente en este punto, donde analistas concuerdan que para transformar el sistema político es primordial iniciar con una transformación del sistema judicial, obviado desde la corrupción de los organismos de Inteligencia del Estado.
“A veces no es un problema de legislación, sino de aplicarlo o no. Por eso se tiene que limpiar el organismo judicial. Hasta que no se sanee todo el sistema, los nuevos liderazgos no avanzarán, llegará un momento que alguien tiene que retomar el liderazgo, pero no sabemos cuándo será”, augura la representante de la Fundación Myrna Mack.
Al respecto, el salvadoreño Alberto Arene, asistente al evento, coincide con Mack y cuestiona la posibilidad de una alianza progresista que incluya además a sectores de poder, aspecto que analistas no descartan ante la magnitud del descontento social; sin embargo aseguran desconocer la posibilidad que dichos sectores ya estén reuniéndose con la masa social que ha salido a las calles en los últimos meses.
Arene no es el único en querer conocer la magnitud del problema en la nación vecina. Hay una sala llena de participantes en el evento que llegaron desde tempranas horas para compartir también las experiencias en El Salvador, y el debate se vuelve una plática amena entre los representantes de diversos sectores en el país.
“¿Pero cómo hacer para que este movimiento social llegue a toda Centroamérica?”, pregunta también Julio Valdés, asistente al debate Café y miembro de una agencia del Sistema de Integración de Centroamérica (SICA), desde donde relata el panorama político social que también aqueja a El Salvador y que todavía no “ha despertado” al común denominador de los salvadoreños que siguen descontentos con algunas políticas públicas.
Sin embargo, Helen Mack no ahonda en la problemática salvadoreña y se limita a recordar que para construir nuevos liderazgos hay que quitarse prejuicios.
“Que la gente hable hoy de la ley electoral ya es un gran avance en Guatemala, todavía no hay una estructura pero puede ser el germen de una nueva”, ahonda Luis Mack.
Y precisamente para el representante de FLACSO, el escenario podría ser optimista si hay reformas en el sistema político que hagan resurgir; sin embargo reconoce que se trata de un proceso paulatino cuyo destino, espera, no sea culminar sin reforma alguna.
“Lo malo es que la sociedad civil organizada no es la mayoría, y si de romper el sistema electoral se trata, los tiempos electorales no dan, las reformas tendrían que ser a las ya, o tendremos votaciones con el mismo sistema”, aclara, por otra parte, Jiménez.
No obstante, Gutiérrez confía no sólo en la posibilidad de reformar el sistema, sino en la presión social que, hasta hoy, ha logrado que diversos movimientos se unan a un pacto nacional para combatir la corrupción judicial. Una lucha social que ya logró la reciente renuncia de la vicepresidenta guatemalteca, Roxana Baldetti, tras ser vinculada también a escándalos de corrupción.