«La carrera (por las materias primas) ha comenzado», dijo Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, el 16 de marzo de 2023, cuando presentó la Ley de Materias Primas Críticas (Critical Raw Materials Act - CRMA), cuyo objetivo es mejorar el acceso de Europa a las materias primas metálicas. Concretamente, la guerra de agresión contra Ucrania ha vuelto a poner de manifiesto lo problemático que puede resultar para la economía de la UE depender de países específicos para la importación de materias primas. Aunque Alemania y la UE ya casi no dependen de Rusia respecto al suministro de gas, según los últimos datos de la Agencia Alemana de Materias Primas, Alemania ha seguido comprando algunas materias primas metálicas a Rusia desde el inicio de la guerra, aunque en menor medida. Sin embargo, el país del que más depende en este ámbito es China, de ahí se extrae hasta el 80% de las tierras raras. Y según un nuevo estudio de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), más del 50% del suministro mundial de grafito (natural), cobalto, litio y manganeso se refina en ese país, aunque no se extraigan en la propia China.
Ya en 2011, la estrategia europea de materias primas (Raw Materials Initiative) pretendía actuar contra China vía instrumentos como las querellas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), para obtener insumos. Entretanto, muchos países importadores de materias primas han dado un fuerte viraje e intentan diversificar sus fuentes de productos primarios metálicos para así depender menos de China. En este contexto, se han convertido en interesantes asociaciones completamente nuevas. Por ejemplo, a nadie le pasó desapercibida la cantidad de viajes realizados por delegaciones del Gobierno alemán a América Latina en los últimos meses. Pero no sólo América Latina es de interés para la UE, que ha empezado a establecer asociaciones sobre materias primas con Namibia, Ucrania, Chile y Argentina, entre otros. Tanto la UE como EE.UU. están trabajando en nuevos proyectos legislativos y alianzas; por ejemplo, entre Canadá y EE.UU., para lograr un acceso mejor y más seguro a las materias primas (véase también el dossier, p. 7, y el artículo de Anna Cavazzini, p. 29). Hay quienes se refieren a las materias primas metálicas como el nuevo petróleo y quienes, como la experta Olivia Lazard, de Carnegie Europe, consideran los recursos minerales de Ucrania como uno de los motivos de la brutal guerra de agresión de Rusia. Una cosa es cierta: las materias primas metálicas han pasado a ocupar un lugar central en la geopolítica. La demanda ha aumentado enormemente en los últimos años. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la demanda mundial de tierras raras se multiplicará por siete de aquí a 2040 y por más de cuarenta la de litio. También se prevé un fuerte crecimiento de la demanda de otros materiales como el cobre y el cobalto.
Utilización de materias primas metálicas
Pero, ¿para qué se necesitan y para qué se utilizan estos insumos? No es casualidad que la Ley de Materias Primas Críticas se presentara precisamente el 16 de marzo. Ese mismo día también se presentó la Ley sobre la Industria de Cero Emisiones Netas de la UE, una ley para promover una industria y un abastecimiento energético más respetuosos con el clima. La transición energética no es posible sin materias primas metálicas. Y no sólo eso: la digitalización, el rearme mundial y, en particular, los sectores del transporte y la construcción también devoran grandes cantidades de materias primas metálicas. Por tanto, según un estudio de la ONG Powershift, no es la transición energética la que está provocando un aumento tan grande de la demanda, sobre todo de cobre y hierro. En Alemania, quinto consumidor mundial de materias primas, son sobre todo el sector del transporte (incluida la industria automovilística) y el de la construcción los que demandan materias primas a gran escala. Por tanto, la discusión política no gira sólo en torno a las materias primas metálicas en general, sino que también distingue entre materias primas críticas y estratégicas, indispensables para muchos proyectos clave de nuestra sociedad.
La UE actualiza constantemente la lista de materias primas críticas, es decir, las de gran importancia económica y con un alto riesgo de suministro. Basándose en esta lista se toman a continuación otras decisiones, entre ellas las relativas al uso de los fondos de investigación. En el marco de la nueva CRMA, se ha creado ahora otra categoría: la de las materias primas estratégicas, es decir, las que son muy demandadas y que se utilizan con frecuencia en industrias estratégicas. Tanto en este caso como en el de las materias primas críticas, a partir de ahora y sobre la base de la nueva ley, se podrán solicitar proyectos estratégicos de extracción, procesamiento o reciclaje que podrán ejecutarse con carácter prioritario y recibir apoyo financiero.
No existe unanimidad a nivel mundial sobre qué materias primas deben clasificarse como críticas; se trata de una cuestión controvertida como también lo son las nuevas medidas propuestas para su obtención. La Agencia Federal de Medio Ambiente alemana lleva tiempo recomendando que no sólo se tengan en cuenta los aspectos económicos, sino que también se evalúen los resultados de las investigaciones sobre las consecuencias que tiene la extracción para el medio ambiente y las personas. De este modo, la evaluación podría contribuir a que se refuerce la búsqueda de sustitutos o tecnologías para materias primas muy problemáticas desde el punto de vista ecológico. Desgraciadamente, esta propuesta ha tenido poca resonancia hasta ahora. No obstante, en el contexto de la CRMA, se pretende desarrollar por primera vez un sistema que permita reconocer el impacto sobre el medio ambiente.
¿Tensiones insalvables?
Las materias primas metálicas son fundamentales para nuestra transición energética. Con ella, se pueden ahorrar muchas materias primas, sobre todo en el ámbito de los combustibles fósiles. Sin embargo, la demanda de muchos minerales metálicos está aumentando con fuerza en general, no sólo debido a la transición energética, y su extracción y posterior procesamiento in situ tienen a menudo un muy alto costo en derechos humanos y medio ambiente. No debemos ni podemos poner en duda este costo, sino que debemos examinarlo más de cerca.
La extracción de materias primas consume grandes cantidades de agua. Por este motivo, en muchos países como Chile y Perú se han producido conflictos en los últimos años. En Perú, las protestas relacionadas con la minería se han vuelto tan violentas que la situación legal se modificó en 2014, con la Ley nº 30151: Desde entonces, la policía puede disparar contra los manifestantes sin temor a sufrir represalias penales. Así, muchos de los conflictos violentos han acabado con víctimas mortales.
En diferentes casos, los niveles de metales pesados en la sangre como consecuencia de actividades mineras han aumentado y provocado daños masivos en la salud de la población local. Sin embargo, la gente no suele disponer de medios legales para reclamar indemnizaciones o exigir el castigo de los responsables (véase también el artículo de Verena Schaeffer y Mattes Tempelmann, p. 36). En otros lugares, ha habido reubicaciones forzosas de personas a cambio de muy bajas indemnizaciones. Estas personas empobrecen porque se les priva de sus medios de vida. El beneficio económico total en los países mineros suele ser muy inferior al previsto inicialmente, debido sobre todo al bajo nivel de procesamiento de los minerales en el país. En Perú, los materiales extraídos de la minería representan el 61% de todas las exportaciones. Sin embargo, según un estudio en el que también participó Misereor, la minería solo aportó el 6,7% de los ingresos públicos en 2016. También hubo un saldo fiscal negativo y solo el 1% de la población tenía un empleo directamente en el sector minero. Los beneficios se los llevan otros.
La UE quiere diferenciarse
La UE quiere ahora hacer las cosas de otra manera y utilizar las asociaciones estratégicas para asegurar su acceso a las materias primas y, al mismo tiempo, apoyar la creación de valor en el país de extracción. Ursula von der Leyen puso esto de relieve con miras a la estricta normativa en materia de derechos humanos y medioambiental de la CMRA. De este modo, la UE quiere distinguirse como socio comercial frente a China. En las últimas décadas, China no sólo ha desarrollado enormemente su propia industria minera, sino que también ha invertido fuertemente en la minería en otros territorios, por ejemplo en América Latina y África. Queda por ver si el planteamiento de la UE es suficiente para hacerse valer como mejor socio comercial.
Y es que, al mismo tiempo, la UE demanda ante la OMC a países como Indonesia por estar desarrollando su propia industria de transformación y, por tanto, ya no querer exportar sus materias primas sin transformar. Es poco probable que esto refuerce la confianza en la UE de los potenciales países socios. La credibilidad de Europa también podría verse dañada por el hecho de que la CRMA prevé proyectos estratégicos con procesos de aprobación muy abreviados y sin normas para la participación de la población potencialmente afectada. Del mismo modo, los derechos de los pueblos indígenas, recogidos en la norma 169 de la OIT (véase también el artículo de Ingrid Hausinger, p. 48), hasta la última votación no se incluyeron en el texto final de negociación del Parlamento Europeo, a pesar de la presión de los grupos de los Verdes y de la Izquierda. Sólo con un empuje muy fuerte y continuo de la sociedad civil, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas fue finalmente incluida en la versión final de la Ley. Esto es preocupante porque, según el nuevo informe de IRENA, alrededor del 54% de los yacimientos minerales para la transición energética se encuentran en las proximidades de territorios indígenas; el 80% del litio y más de la mitad de todos los yacimientos de níquel, cobre y zinc se encuentran en los propios territorios indígenas. Human Rights Watch y otras muchas organizaciones también critican duramente el hecho de que la garantía del cumplimiento de la normativa en materia de derechos humanos y medioambiental se delegue en gran medida a empresas privadas de certificación (véase también la entrevista con Matthias Baier, p. 42).
Ahorrar materias primas es necesario
Por ello, las asociaciones y acuerdos de la UE deben ser objeto de un estrecho seguimiento. Los agentes locales deben participar en la negociación y en la implementación. Sin embargo, se necesitan otros instrumentos para minimizar el impacto de nuestro consumo de recursos. Actualmente, la fiebre por las materias primas amenaza los derechos humanos y la base de subsistencia de las generaciones actuales y futuras.
Un instrumento interesante en este sentido es el Reglamento de la UE sobre pilas, aprobado este año, que prevé medidas para el reciclado de los materiales utilizados en las baterías, así como normas de derechos humanos y medioambientales en su producción. La Ley de la cadena de suministro de la UE también es muy esperada por muchas partes interesadas que llevan años reclamando una mayor responsabilidad de las empresas para con las personas y el medio ambiente. Su hermana menor entró en vigor en Alemania en 2023 (véase también el texto sobre las leyes de la cadena de suministro, p. 39). Muchas organizaciones de la sociedad civil, sobre todo en el Sur Global, luchan paralelamente, a veces junto con sus gobiernos, por un acuerdo sobre economía y derechos humanos en las Naciones Unidas. Quieren que la UE se siente a la mesa con mandato de negociación y que los afectados tengan, por fin, accceso a la justicia gracias al acuerdo (véase también la entrevista con Erika Mendes, p. 44). También es importante reforzar las instituciones de derechos humanos y medioambientales en los países de extracción, así como una política comercial más justa que abra márgenes de maniobra nacionales para reducir el impacto de la extracción de materias primas en nuestro consumo.
Proteger de la minería determinadas zonas
Pero, en general, debemos ser más inteligentes en el uso de los recursos naturales. La minería no puede ser sostenible. Si se intensifica, el impacto sobre el medio ambiente y los derechos humanos también aumentará. La concentración de mineral en la roca disminuye a medida que avanza la explotación minera. En la búsqueda de nuevos yacimientos, la industria minera penetra cada vez más en zonas protegidas y manantiales, así como en zonas de glaciares. Ahora incluso se investigan las posibilidades de las profundidades marinas. Por tanto, es importante que determinadas regiones, como estas profundidades marinas inexploradas, los manantiales o zonas especialmente ricas en especies queden protegidas de las actividades mineras y que reduzcamos nuestro consumo global de recursos.
El objetivo de reducir el consumo de materias primas primarias también quedó consagrado en el acuerdo de coalición del gobierno alemán. Y es que esto también tiene su razón de ser en términos de política climática. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la minería y el procesamiento de los siete metales más importantes (hierro, aluminio, cobre, zinc, plomo, níquel y manganeso) son responsables del 7 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo (OECD Resource Outlook 2019). En su informe de síntesis de este año, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) también hace hincapié en lo importante de reducir nuestro consumo de materiales y energía. Un buen enfoque para ello podría ser una economía circular consecuente que observe realmente la jerarquía de residuos establecida por ley desde hace muchos años y favorezca evitar residuos y usar durante más tiempo los productos, en lugar de solo reciclar (véase también el artículo de Johanna Sydow y Luisa Denter, p. 54). Pero también es muy importante que tengamos realmente en cuenta los límites del ecosistema terrestre y definamos pautas para reducir el consumo de recursos a un nivel aceptable, desde el punto de vista ecológico y de los derechos humanos. En el ámbito de la movilidad, por ejemplo, tendría sentido desarrollar el transporte público de tal manera que se reduzca el transporte privado y que circulen menos vehículos (véase también el artículo de Alejandro González, p. 56). Tenemos que ser aún más coherentes y creativos.
Este artículo se publico originalmente en la revista Böll Thema "Riquezas Malditas"