La soberanía alimentaria y la defensa de los bienes comunes son luchas colectivas. La agroecología fortalece los procesos territoriales de base campesina, la organización comunitaria y la creación de redes, que expresan la gran diversidad ecosistémica y sociocultural de la agricultura. Así se construyen intercambios materiales y simbólicos entre distintos sujetos sociales, con el propósito de alcanzar condiciones dignas de vida.
La resistencia es el origen de muchas alianzas. En 2007, unas 300 organizaciones campesinas, indígenas, ambientalistas, científicas, feministas, de derechos humanos y de agricultores urbanos de México promovieron la campaña por la soberanía alimentaria “Sin maíz no hay país”. No fue una maniobra espontánea: desde 2003 el movimiento “El Campo no aguanta más” protestaba por la apertura de las importaciones de maíz y frijol. En 2011 las movilizaciones consiguieron que se incluyera el derecho a la alimentación en la Constitución Mexicana.
Esta experiencia ilustra las relaciones e interacciones que se dan en muchas comunidades de América Latina para resistir el monopolio del sistema alimentario industrial. La agroecología se nutre de la diversidad de actores locales, y a la vez estimula la articulación en redes: sistemas dinámicos, heterogéneos y autónomos cuyos ámbitos de interés incluyen desde la defensa del agua y las semillas, la lucha contra los transgénicos y la promoción de una alimentación saludable hasta la priorización del abastecimiento popular entre comunidades y el establecimiento de circuitos cortos de comercialización, entre otras demandas.
Las redes de semillas, por ejemplo, son estructuras abiertas en las que familias, comunidades y cooperativas se organizan para seleccionar, cultivar, intercambiar y distribuir semillas nativas y criollas en sus territorios. Para estas redes es fundamental el encuentro que se habilita en mercados campesinos, ferias y fiestas de semillas. Allí practican el intercambio directo de saberes, memorias y culturas, al compartir prácticas de manejo, recetas, o usos alimentarios y medicinales.
Una de las mayores ventajas de las redes es que promueven y refuerzan vínculos entre comunidades rurales y urbanas para favorecer la comercialización en los territorios y fortalecer prácticas de consumo consciente y politizado. La Red de Agroecología Ecovida, de Brasil, trabaja por la certificación de sus productos orgánicos, la formación y la promoción de saberes populares y la construcción de rutas de comercialización, por ejemplo. Desde 2019, en conjunto con las redes Povos da Mata y Orgânicos Sul de Minas, Ecovida consolidó varias estaciones centrales en las que familias y grupos de agricultores no solo reúnen y distribuyen sus productos sino que además establecen relaciones más duraderas con los consumidores a través de ferias, visitas de consumidores a fincas agroecológicas, la construcción de Células de Consumidores Responsables (CCR), grupos de compra y venta directa entre consumidores y agricultores familiares certificados por estas redes. De la misma manera, en México, durante la pandemia, las Redes Alimentarias Alternativas (RAA) cobraron fuerza como espacios de encuentro entre productores y consumidores comprometidos con la transformación del sistema agroalimentario.
La lista de redes agroecológicas es inmensa y muchas experiencias son en gran parte desconocidas fuera de su ámbito local. En los últimos años, también en Brasil, la Asociación Brasilera de Agroecología (ABA), la Articulación Nacional de Agroecología (ANA) y la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) dedicaron esfuerzos para sistematizar experiencias y redes de agroecología en los territorios. Este trabajo colectivo de producción de conocimientos fue garantizado a través del desarrollo de una base de registros, informaciones y datos sobre agroecología en Brasil, posibilitando la identificación de redes de agroecología y sus ejes de actuación en cada Estado. Agroecología en Red (AeR) es la plataforma virtual que reúne este banco diverso de informaciones y permite la búsqueda y visualización de datos en diferentes formatos, como mapas y fichas de registro, posibilitando entender la gran cantidad de iniciativas que promueven la agroecología en los territorios.
El movimiento agroecológico latinoamericano se ha robustecido a través de estas redes. Ellas fortalecen a la agroecología en oposición a determinadas visiones e iniciativas de algunas instituciones internacionales, programas gubernamentales y discursos académicos convencionales que ven a la agroecología solo como una caja de herramientas para mitigar el impacto de la agricultura industrial y no como un modo de vida a favor de la soberanía alimentaria y la gestión colectiva de los bienes comunes.
Fuentes:
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