El problema que abordo es altamente complejo y me llevó por sinuosos caminos de información en los que la identificación y la preocupación abundaron.
Lo personal.
“Hay días en que de verdad quiero o dejar de trabajar o sacar a los niños de la escuela. Esto es incompatible...”, decía @rosasgvs en twitter el 3 de marzo de 2021.
“Queridas madres: cada minuto que cuidan una fiebre, juegan tiradas en el piso con sus criaturas, cocinan, amamantan, hacen las compras, revisan tareas, planean, organizan... tiene un valor enorme. Es trabajo y los hombres/padres que no lo comparten por igual, se sirven de él”, remataba el sábado 20 de marzo de 2021.
Lo estructural
El problema que originó esta investigación no es nuevo, a mi juicio, la desigualdad de género y la violencia tienen su causa estructural en la injusta distribución de las labores de cuidado. Así lo explica la estadounidense Rebeca Solnit:
“La Comisión Estatal de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Hawaiʻi acaba de publicar 'Un plan de recuperación económica feminista para COVID-19' que dice algo sobre esto maravillosamente: El cuidado, que se asocia y se espera de las mujeres, es necesario para que la producción económica tenga lugar y, sin embargo, se separa de la producción económica, subordinando así estructuralmente a las mujeres de la sociedad. Es por ello que incluso dentro de su propia raza, estatus indígena y grupo económico, las mujeres son las más marginadas. Un ejemplo de ello: Las mujeres nativas hawaianas son más vulnerables económicamente que los hombres nativos hawaianos, ya que ganan 70 centavos por cada dólar que gana un hombre, y 79 centavos por cada dólar que gana un hombre nativo hawaiano. Las mujeres nunca podrán participar en pie de igualdad en la economía de Hawaiʻi sin una infraestructura de atención social y si no se apoya e incentiva a los hombres para que compartan las actividades de cuidado”.
La autora es tajante: “todo esto para decir que estamos en medio de una pandemia que se ha experimentado de manera desigual según la raza y la clase social, y que también se ve atravesada con lo que quizás deberíamos llamar la pandemia del patriarcado, la cual la ha empeorado gravemente por la acción y la inacción que ha amplificado la propagación y el impacto de la enfermedad y ha castigado a las mujeres de la manera en que siempre lo hace, mediante la violencia y el traslado de la responsabilidad del cuidado hacia ellas. Lo anterior se ve atravesado con la malignidad de la blanquitud, cuando son los blancos los que amenazan con exigir libertades ilimitadas en una pandemia que, aquí en los Estados Unidos, mata de forma desproporcionada a personas negras y morenas. La buena noticia es que, a diferencia del Covid-19, sabemos cuál es la cura para la parte del género. La versión corta es: el feminismo. Ahora en talla extragrande para hombres. Y para el resto: el feminismo es sólo un subconjunto de los derechos humanos, y los derechos humanos universales y la igualdad absoluta responderían a todas esas preguntas sobre qué hacer con el coronavirus y con casi todo lo demás”.
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Estas causas estructurales que provocan la desigualdad y violencia de género son abordadas por Karina García Reyes, profesora de la Escuela de Sociología, Política y Relaciones Internacionales y del departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bristol, quien entrevistó a 33 exnarcos mexicanos para su tesis doctoral y descubrió que los orígenes de la violencia no son solamente la pobreza sino también las masculinidades tóxicas y hasta la fantasía del parricidio.
“Las causas del crimen y violencia en América Latina son similares. Independientemente del tipo de violencia, de narcotráfico, militar, de guerrillas o de maras, a mi parecer hay dos ejes transversales: la pobreza y las masculinidades tóxicas (el machismo). Las experiencias de vida diaria de aquellos que viven en pobreza son el caldo de cultivo para todo tipo de violencia (doméstica, de género, de pandillas). Todo esto enmarcado por un tipo de violencia invisible y pocas veces reconocida, la violencia estructural del Estado”, subraya.
“Igualmente, las masculinidades dominantes en nuestros países no solo justifican sino que incentivan la violencia. La solución a los problemas en la región invariablemente es la agresión y políticas de seguridad militarizadas. Políticas no violentas no son una opción hasta ahora en nuestros países porque el machismo y la violencia están institucionalizados”.
Lo económico también es estructural. En México, casi 26 millones de mujeres no tienen ingresos propios. De las mujeres que tienen trabajo, apenas el 6% tienen ingresos de más de 12000 pesos mexicana al mes según la Asociación Ciudadana Frente a la Pobreza.
Otro síntoma de lo normalizado de la desigualdad de género es que, según EL PAÍS, “los hombres siguen en el despacho y las mujeres en la mesa del salón: cómo el trabajo ha evidenciado la desigualdad”. Ahí se extrae una investigación sobre género y desempleo llevada a cabo por Aliya Hamid Rao, socióloga de la London School of Economics. En ella se concluye que la pandemia ha puesto en evidencia que el trabajo del hombre sigue siendo al que se le otorga mayor prioridad (incluso a la hora de repartir los espacios).
Los estados latinoamericanos tanto en papel como en discurso, y especialmente ante organismos internacionales, se han comprometido durante décadas a eliminar la discriminación y la violencia contra las mujeres. Esas promesas no han sido tan fáciles de cumplir como lo relata Alharaca en “Las deudas del Estado con las mujeres salvadoreñas”. No basta con celebrar eventos durante el mes de marzo.
Lo coyuntural
40% de las mujeres en todo el mundo perdieron su empleo regular durante la pandemia y esto es nombrado como los costos escondidos del virus publicó AXA Seguros el 19 de noviembre de 2020.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México publicó una desalentadora encuesta acera de como las mexicanas emplean su tiempo:
- En general, las mujeres trabajan 6.2 horas más que los hombres, contando labor remunerada y en el hogar.
- Las mujeres mexicanas hacen el triple del trabajo en el hogar que los hombres, con 30.8 horas en comparación con 11.6.
- Las mujeres pasan el doble de tiempo cuidando a otros en el hogar: 12.3 horas comparadas con las 5.4 de los hombres mexicanos.
- Niñas y mujeres mexicanas pasan 13.8 horas a la semana sirviendo comida mientras que los hombres paran 4.7 horas.
México es el país con las tasas más altas de embarazos adolescentes y, debido al confinamiento, el gobierno estima que entre 2020 y 2021 el número de estos embarazos sumarán los 191.948, lo que supone un aumento del 12% respecto a 2019.
El gobierno mexicano calcula que los embarazos adolescentes aumentarán un 12% por el confinamiento.
Especialistas indican que el encierro por la covid-19 eleva los abusos sexuales y que el miedo al contagio inhibe las consultas de salud reproductiva.
En El Salvador, “37 niñas y adolescentes embarazadas al día en lo que va de 2020. Aunque el registro de estos embarazos ha ido a la baja (en 2017 eran 53 p/día) esta cifra no puede leerse fuera del marco de la pandemia: en los meses más álgidos del 'quédate en casa' hubo un aumento del 79.16 %.“, informó la periodista Malu Nóchez de El Faro el 29 de noviembre de 2020 en su twitter.
El Programa de las Naciones Unidas para las Naciones Unidas (PNUD) realizó una investigación sobre los costos en desigualdad y violencia para las madres que hacen teletrabajo en México, sobre todo porque el impacto lo han recibido las mujeres no las instituciones o empresas.
Por su parte, las artistas se preguntan si cobrar o no cobrar, pregunta que no siempre se hacen sus colegas hombres en un artículo de la mexicana Elisa Corona Aguilar para la revista Común.
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La violencia
Desde la cuarentena obligatoria del 21 de marzo hasta la última semana de abril, en El Salvador se registraron más feminicidios que muertes por covid 19. Organizaciones y colectivas feministas denunciaron públicamente que, en este periodo de aislamiento estricto, se cometieron por lo menos 13 feminicidios y 9 muertes por el virus de la pandemia.
“El Salvador no estaba preparado para una cuarentena. Había medidas de seguridad muy fuertes y arrestos. Entonces, las mujeres salvadoreñas estaban en una situación difícil: te están agrediendo en tu casa pero no puedes salir porque puedes ser agredida por los cuerpos de seguridad”, explica Krissia Aquino de la Asociación de Mujeres Ixchel y Revista La Brújula.
El Observatorio de Violencia de Género Contra las Mujeres de Ormusa ha contabilizado 57 feminicidios de enero a junio del 2020 y 84 de enero a agosto, siendo abril y mayo (los primeros dos meses de cuarentena) los más altos con 15 y 10 feminicidios, respectivamente, de acuerdo con las cifras oficiales.
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“Se trató de algo sin importancia”, “no lo creyó necesario”, “miedo a su pareja o las consecuencias” o “por vergüenza” son las principales razones que reportan las mujeres que sufren violencia de género para no buscar ayuda frente a esta situación.
Según los datos de varias encuestas en los países de América Latina y el Caribe, entre el 50% y el 80% de ellas no busca ayuda de ningún tipo. Cuando la buscan, lo hacen principalmente en familiares y amistades, y un porcentaje reducido lo hace en las instituciones públicas.
Por ejemplo, en El Salvador, solo 10% busca apoyo institucional y únicamente 6% interpone una denuncia. De los distintos grupos de edad, las que menos buscan apoyo, son las adolescentes (15-19 años). Por lo que esto constituye uno de los principales desafíos para dar una respuesta efectiva a la violencia contra las mujeres; apunta Nidia Hidalgo para IADB en “Salir de la violencia de género: un triple salto para las mujeres”.
Los cuidados
“¿De verdad es el coronavirus el «gran igualador»? ¿Realmente va a crecer la economía salvadoreña el próximo año, como dice el gobierno?”.
En el segundo video de la serie periodística 'La economía es en femenino', Lorena Valle Cuéllar examina bajo la lente de la economía feminista algunas afirmaciones que hemos escuchado una y otra vez en el marco de la pandemia, para ver si se sostienen.
- Todos sufrimos por igual. Agua potable, electricidad... Falso.
- La vida vale más que el trabajo. No todos tienen el dinero suficiente para contar con una vivienda digna. ¿El sector informal va a almacenar comida?
- Quedarse en casa significa tener más tiempo libre. Las mujeres salvadoreña dedican 5 horas al trabajo no remumerado, los hombres 2. Las mujeres tienen triple jornada de trabajo: trabajo informal, del hogar y asistentes educativos.
- Quienes hacen trabajos esenciales son héroes. Cada tres de cuatro trabajadores de la salud son mujeres. “Más que aplaudirles a las y los que están en primera línea, hay que reconocer que son trabajadores precarizados”, asegura Lorena Valle.
- La economía salvadoreña va a crecer 4% luego de haber caído 9%, eso solo analizando el PIB.
El confinamiento por las cuarentenas tuvo consecuencias en los espacios privados de las mujeres. El aumento de las tareas en el hogar hizo aparente la feminización del trabajo doméstico y de cuidados. En una columna, Daniela Salamanca y Marcela Mae-lí Rudamas presentaron para Alharaca los hallazgos de su investigación sobre las experiencias de estudiantes universitarias salvadoreñas durante las cuarentenas y el impacto de esta jornada aumentada en su salud mental.
Además, la salvadoreña Carolina Bodwig (Alharaca) asegura que los datos reflejan un riesgo de deserción escolar específico para las niñas y adolescentes: un 3.79% de las niñas que abandonan la escuela lo hacen por “trabajo doméstico”; en cambio solo un 0.78% de los niños que desertan lo hacen por estas razones.
Sumado a que un 1.77% de las niñas que desertan lo hacen por embarazos. Y hay que considerar que el riesgo de que abandonen la escuela en el caso de las niñas de la zona rural es mucho mayor. Aunado aesto, 5 de cada 10 de las niñas y adolescentes que no estudian ni trabajan no lo hacen, según datos del BID (2018) porque se dedican a trabajos de cuidado que no son remunerados, en un promedio de 9 horas diarias.
El trabajo doméstico y/o de cuidados se vuelve un obstáculo significativo para que las niñas y las adolescentes continúen con sus estudios. No sucede así con los niños y adolescentes varones.
Alternativas
“Los hombres en lo público, las mujeres en lo privado. Esto es lo que la división sexual del trabajo nos ha enseñado históricamente. En diferentes sociedades, pero en un mismo sistema desigual, a las mujeres se les ha relegado al trabajo en casa, al trabajo de los cuidados. Un empleo no remunerado que en muchas ocasiones compaginan con otro fuera del hogar.
Estos textos que presentaron periodistas centroamericanas son una reivindicación de esos cuidados. De ese trabajo no pagado, o mal pagado, que las mujeres hacen no solo con sus hijas e hijos, o con sus familiares dependientes. También con compañeras de trabajo, con colegas de resistencia, con mujeres que necesitan ayuda desesperadamente y no la encuentran en ningún otro lugar, con sus comunidades.
Centroamérica, toda América Latina, es sinónimo de resistencia, de organización. Las mujeres han tenido históricamente un papel crucial en estas luchas, generalmente opacado, olvidado y no reconocido.
Las mujeres campesinas que protestan por recuperar sus tierras; las mujeres indígenas que defienden sus territorios, el ambiente, sus culturas; las trabajadoras que piden mejores condiciones laborales; las feministas que exigen derechos sexuales y reproductivos.
Dichos textos buscaron mostrar cómo la organización es la base desde la que las mujeres se sostienen, desde la que resisten y desde la que reclaman derechos humanos, no solo para ellas, sino para toda la ciudadanía.
En Guatemala, Agencia Ocote habla de cómo un centro de atención a mujeres se convirtió en un refugio a distancia en un momento en el que las caricias y los abrazos son lo más necesario y también lo más prohibido. En Honduras, Contracorriente cuenta la historia de tres enfermeras que trabajan y resisten en medio de una pandemia mundial, que las pone en peligro a ellas y a sus familias, con un gobierno que no responde a la ciudadanía.
En El Salvador, Alharaca nos traslada a un campamento que extrabajadoras de una maquila levantaron para protestar contra un despido injustificado y desde el que juntas se dan fuerzas para no desfallecer, después de varios meses de lucha.
Las tres historias nos hablan de cómo las mujeres logran organizarse, con todo en contra, para apoyarse entre ellas. De cómo han construido espacios de sanación y de acompañamiento en medio de una crisis. De cómo el cuidado y la organización son la base de su resistencia”.
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Desde el arte también se hicieron propuestas.
diariasglobal.com “es un proyecto artístico de Lorena Wolffer que crea una vía de expresión para todas las mujeres en la que, a través de la fotografía, mostremos y compartamos nuestra experiencia personal durante esta emergencia sanitaria.
A partir de esta pieza colaborativa, buscamos encontrar vínculos que nos ayuden a responder preguntas fundamentales y urgentes: ¿Cómo podemos ir evidenciando el impacto diferenciado de la pandemia de la COVID-19 en nuestras vidas? ¿Cómo garantizamos nuestros derechos y libertades dentro de este nuevo mundo? ¿Qué formas de acción podemos modelar juntas ahora?” .