¿Está Honduras al borde de una guerra civil?

Honduras ha sido un país violento, después del golpe de Estado fue denominado el país más violento del mundo ¿es la actual situación política una excusa para evidenciar que la violencia corre por nuestras venas? ¿Es la violencia la única salida viable cuando no hay institucionalidad donde acudir, cuando las elecciones han sido manchadas por el fraude? ¿Estamos al borde de una guerra civil?

El cuerpo de Cristian Fernando Hernández Yánez, asesinado por militares el 18 de diciembre, ha tenido que pasar 15 tomas de carreteras para llegar al lugar donde fue enterrado. Desde las barricadas, jovencitos así como Cristian gritaban: ¡esto no se va a quedar así! Los vehículos de familia y amigos que acompañaron llevaban una fotografía de Cristian y un rótulo que decía: acompañamos a nuestro familiar asesinado por militares.

Cristian es el tercer hijo que pierde doña Ela desde que decidieron migrar de una comunidad en las montañas de Santa Rita, Yoro hacia San Pedro Sula. Su hijo mayor fue ejecutado por policías, el de enmedio fue asesinado por asaltantes y ahora Cristian asesinado por militares. Esta familia ha vivido en guerra desde hace mucho tiempo en un sector conflictivo de la ciudad más peligrosa del mundo. Ahora la guerra post electoral causada por unas elecciones que permitieron la reelección ilegítima de Juan Orlando Hernández, no solo convulsionó el país sino que enlutó de nuevo a esta familia.

Hoy a casi un mes de las elecciones más irregulares de la historia hondureña, el norte del país está prácticamente clausurado, los accesos a los puertos más importantes en el atlántico están tomados por manifestantes que son una mezcla heterogénea según el control territorial. En unos casos se ve a la ciudadanía organizada haciendo las barricadas, mujeres de la tercera edad comandando a los jóvenes de las comunidades, pero en otras se ha visto presencia de grupos criminales que han tenido el control sobre todo en barrios y colonias de San Pedro Sula, El Progreso y Tela.

De día, las represiones han sido violentas, los militares han disparado bala viva y hasta el momento van 33 muertos  de los cuales 13 son menores de edad, según Coiproden Red de Instituciones por el derecho de la niñez. A pesar de esto, cuando los policías y militares salen con toda su brutalidad a desalojar las vías, en San Pedro Sula y El Progreso han tenido que retroceder ante la furia de los manifestantes quienes se les han enfrentado con piedras y bombas molotov. En el norte y occidente del país han quemado 7 postas policiales. Pero al caer la noche, los militares llegan a los barrios y atacan, los asesinados han sido jóvenes que no se estaban enfrentando, jóvenes asesinados mientras huían, ejecutados por la espalda. Ese es el terror de la noche en Honduras ahora.

Cristian era un joven sin empleo fijo, trabajaba  cuando conseguía en la maquila y vivía en un sector conflictivo; la Felipe Zelaya en San Pedro Sula, en la entrada de la ciudad que lleva 3 días sitiada tras el anuncio del Tribunal Supremo Electoral oficializando a Juan Orlando Hernández como presidente electo. El lunes tras ese anuncio Cristian y su hermana Mariela fueron por su madre que estaba cerca del sector de la protesta y les habían anunciado que se estaba poniendo violenta la situación.

Cristian identificó a varios de sus amigos en la toma y se bajó del carro para apoyarlos. “Sólo a que lo mataran se bajó, eso sucedió en menos de 5 minutos. Un militar le disparó”, explica su hermana mientras organizaba el entierro de Cristian. Ella junto a unos primos y amigos se encargaron de dialogar con los líderes de las barricadas. Mariela dirigió todo con temple y serenidad hasta que vio cómo el cuerpo de su hermano era enterrado en la comunidad donde de niños iban para vacacionar.

El historial médico legal de Cristian apunta que fue herido por militares cuando desalojaban una manifestación en la entrada de la colonia Felipe Zelaya, 27 calle San Pedro Sula. Una bala que entró en el lado izquierdo del tórax y no salió lo mató. Fue un homicidio.

Cristian deja una bebé de 14 meses, su esposa con apenas 18 años enseñaba un video en el que la bebé simulaba llamar a su papá por teléfono, decía papá, quería hablar con él. Los vecinos de toda su vida lloraban desconsolados. “¿Quieren cuatro años más de esto? ¿Cuatro años más de Juan Orlando que mandó a sus asesinos a matar?”  Pedían a gritos que caiga el gobierno.

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Anoche en Tegucigalpa, las manifestaciones durante el día bajaron, sin embargo al caer la tarde se respiraba el ambiente de represión: helicópteros en los cielos, disparos en algunos barrios y colonias y poca gente transitando en vehículos. Los barrios solos, la gente protestando sola contra el presidente Juan Orlando Hernández que no soltó el poder y que oficializó que gobernará 4 años más. No hubo vigilancia de organizaciones de Derechos Humanos, el Comisionado Nacional de Derechos Humanos se mantiene ausente y ni los medios de comunicación están presentes. Los barrios como los del sector Carrizal, Hato de en medio, la entrada al bulevar Morazán y el barrio Los Jugos, de noche, simplemente están sometidos a la bota militar, les queda la autodefensa organizada.

La Coalición contra la Impunidad, una red de organizaciones de derechos humanos, creó una plataforma temporal denominada Mesa de Derechos Humanos que ha estado de forma permanente vigilando lo que está sucediendo en todo el país.

En conferencia de prensa celebrada frente a las instalaciones del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos en Tegucigalpa, la Mesa exigió a este ente gubernamental tome una postura beligerante ante las múltiples violaciones a derechos humanos que se registran en el país, sobre todo de parte de militares contra la población, según un informe de Radio Progreso.

Luego de una conferencia de prensa en la que autoridades de la Secretaría de Seguridad y Fuerzas Armadas dijeran que los videos y pruebas de asesinatos y violaciones a derechos humanos no son de Honduras sino de otros países, la población protestó en las cercanías del Estado Mayor Conjunto en Comayaguela exigiendo a los militares que dejen de asesinar a la gente en las calles.

Manuel Zelaya Rosales, coordinador de la Alianza de Oposición, en ausencia de Salvador Nasralla quien se encuentra en Estados Unidos, llamó a movilizaciones para condenar las ejecuciones por parte de militares acusando como principal responsable de esto a Juan Orlando Hernández. En el plantón frente a los militares instó a la gente a “seguir la lucha permanente hasta que caiga la dictadura”.

Salvador Nasralla, mientras tanto se reúne en Estados Unidos con miembros del Departamento de Estado y el secretario general de la Organización de Estados Americanos para saber qué pasa en el terreno desde donde siempre se han decidido las cosas del país.

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Fotos: Martín Cálix
 

«Estados Unidos se ha convertido en parte del conflicto en Honduras», dijo el sacerdote Ismael Moreno, SJ, en la cadena alemana de noticias DW. Un factor desestabilizador ha sido la posición ambigua del gobierno estadounidense ante la declaratoria de Hernández como presidente y las denuncias de fraude por parte de la Alianza de Oposición a las que se ha unido la misma OEA. «En Honduras todo mundo cree que Estados Unidos tiene la clave para solucionar este conflicto, no hay país de Latinoamérica en la que este país tenga tanta influencia como en Honduras», dijo el periodista salvadoreño Carlos Dada en un conversatorio con Interamerican Dialogue en Washington.

Esa influencia ha sido –en los últimos años– más fuerte con el apoyo militar que Honduras ha recibido bajo la excusa de la lucha contra el narcotráfico.

Nasralla expresó en conferencia de prensa que el gobierno de Estados Unidos aún no ha aceptado los resultados oficiales del Tribunal Supremo Electoral y que aún siguen analizando la situación,  que la OEA sigue en su posición de proponer como salida la repetición de elecciones.

Pero en Honduras, mientras los enfrentamientos se vuelven cada vez más violentos en las vías tomadas, Juan Orlando Hernández agradece que el pueblo lo reeligió e invita a un dialogo nacional para sostener su gobierno en medio del caos.

«El llamado de Juan Orlando Hernández para convocar al dialogo y a la concordia lo que está haciendo es atizando el fuego porque amplios sectores de la sociedad hondureña, más del 50% no solamente no votó por él sino que lo repudia. Sí se puede hacer el dialogo pero sin Juan Orlando Hernández porque él es un factor de problema y no de soluciones», agregó el jesuita Ismael Moreno.

«Nosotros no vamos a dialogar con un presidente ilegal», decía un poblador que se quedó atrapado en El Progreso, Yoro mientras a pocos metros manifestantes encendían llantas para no dejar pasar a nadie hacia San Pedro Sula. La gente se muestra resignada pero también dice apoyar porque siente que no hay más camino que la insurrección popular, lo dicen no solo los manifestantes sino también los afectados que no pueden moverse. «Ya no hay de otra, no hay trabajo, no hay manera de vivir ya, este señor (Juan Orlando Hernández) está afectando el país», decía una mujer que lleva dos días de estar varada en Santa Rita porque el único puente que conecta El Progreso con la carretera hacia Tegucigalpa, está tomado.

En otra toma de El Progreso la gente se mostraba preocupada por la presencia de grupos criminales que además de pedir dinero han asaltado algunos vehículos. La situación se degrada y cada día aumentan los muertos. Los medios de comunicación no pueden hacer su trabajo de informar sin garantías de seguridad en medio del fuego cruzado donde, tanto los manifestantes como los militares y policías exigen no transmitir ni grabar nada. Honduras ha caído en una espiral de violencia que no sabemos aún si nombrar como una guerra civil o simplemente el estallido de un pueblo que ha pasado de «pacífico» cuando siempre ha sido conflictivo.

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En el bus que conduce a los familiares de Cristian a la comunidad Plácido donde lo enterraron, sus primos hablan de Juan Orlando Hernández y lo comparan con dictadores como Ortega en Nicaragua o Maduro en Venezuela. Hablan de sus dudas sobre la muerte de Hilda Hernández y de cómo en este país de vive una dictadura que Estados Unidos avala.

“Yo no sé que gana Estados Unidos teniendo a ese bastardo en el poder”, dice indignada una familiar, otro le responde: adueñarse del país, eso gana.

Mientras suben la montaña un familiar  grita: ¡Fuera Joh! y la gente en el camino le responde ¡Fuera Joh! Su pequeño hijo de unos 4 años repite mientras hace una seña con su dedo alrededor del cuello como pidiendo una cabeza. “Dar la vida por la patria ya solo es ganancia” dice el joven con una bandera del partido Libertad y Refundación empuñada, habla con furia. A Cristian le han puesto la bandera de Honduras sobre el ataúd, también la camiseta de su equipo favorito: el Olimpia. Lo acompañan jóvenes como él, vulnerados siempre, violentados por el Estado ¿A quien acudirán si lo mató un militar? El germen de la violencia crece allí en el odio que produce la impunidad. Esa es la guerra hondureña.

Una nota de Contracorriente.red